Descubriendo México

martes, julio 12, 2005

Metrobus

Le llegó el turno al Metrobús en este blog. Es la última obra del todavía alcalde de la Ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador, del Partido Revolucionario Democrático, PRD, el partido más de izquierda en este país, sin que eso, como ocurre últimamente en todas las partes del mundo, quiera decir mucho, que surgió hace algunos años de una escisión del PRI, el todopoderoso PRI.

Luego regresaré sobre López Obrador y la alcaldía de la ciudad más poblada del mundo, o al menos, una de las más pobladas, no quiero herir susceptibilidades, pero de momento me quedo con el Metrobús. Primero tengo que introducir el tema explicando cómo funciona el transporte público en la Ciudad de México. Hay metro, que funciona muy bien, aunque tiene el problema de que no da servicio a toda la ciudad y tiene unas conexiones medio extrañas. Es decir, si tienes suerte y los lugares de salida y destino tienen comunicación directa, el servicio es bueno, rápido y barato, pero no conecta todas las partes de la ciudad. Y tiene otra peculiaridad que ocurre en otros lugares del mundo pero que yo no conocía hasta que llegué aquí. En las horas punta separan a las mujeres y a los hombres en diferentes vagones para evitar ataques sexuales. Y para alguien como yo, que soy Gulliver en Liliput, pues todavía mejor, porque no sólo evito las metidas de mano sino que puedo respirar. Las mujeres chilangas son muy bajitas (media de metro y medio) así que cuando va muy lleno yo prácticamente ni me entero, porque todas me quedan a una altura como por el pecho.

Además del metro hay una red de autobuses, microbuses y furgonetas tipo volkswagen que también funcionan como autobuses. Se organizan por rutas, pero no hay una compañía municipal que los administre. Cada conductor es propietario de su vehículo y se afilia a una ruta (aunque el servicio sí está regulado, todos siguen el mismo camino y cobran las mismas tarifas). Aunque hay algunas paradas donde todos se detienen, los mexicanos no tienen costumbre de acudir a ellas para tomar un autobús, sino que los paran en la calle como si fueran taxis, donde les pille. No hay un horario de frecuencia tampoco, así que es un servicio medio caótico, pero relativamente rápido y cómodo (en cualquier lugar puedes siempre tomar un autobús). Lo peor es que en la ciudad, como todas las grandes ciudades, el tráfico es infernal, con el añadido de que se van deteniendo en cada esquina, con lo que si tienes prisa, el viaje puede ser motivo de infarto.

Precisamente para mejorar este servicio López Obrador ideó el Metrobús, casi como experiencia piloto. Hizo algo parecido al servicio de autobuses que conocemos en Europa, aunque con algunas particularidades. Creó una empresa mixta (de capital público y privado) que lo gestiona, y entre dos estaciones de metro de una sola avenida de la ciudad, la avenida Insurgentes, que tiene alrededor de 60 km, le hizo un carril exclusivo, con sus paradas correspondientes, y retiró todos los autobuses y microbuses que operaban en esa ruta para que sólo funcione el Metrobús, que no es más que un autobús urbano común y corriente a la europea, con la salvedad de que va por un carril exclusivo, como si fuese línea de metro. Y las tres primeras semanas de servicio, gratis para todos (ahí el sello populista del bienintencionado alcalde).

El primer día, fue un colapso. Los autobuses iban hasta la bandera, se formaron enormes filas de gente porque la frecuencia no era mucha, el tráfico colapsó por la falta de un carril y por la cantidad de gente que usó el transporte privado o taxis para desplazarse por la avenida… Ni un día de gracia le dieron al invento, al día siguiente toda la prensa tildaba de fracaso la iniciativa. La responsable del servicio tuvo que dimitir antes de haber sido presentada. Las críticas han continuado, aunque el servicio es bueno. Los chilangos (habitantes de la Ciudad de México) no tienen costumbre de esperar al autobús, de hacer fila para tomarlo o de ir aplastado (y no les culpo, es difícil tener la sangre fría de los ingleses, por ejemplo). A las críticas, tanto en la calle como en los diarios, se sumaron otros problemas. Los dueños de autobuses que operaban esa ruta fueron o bien reubicados en otras rutas con renovación del vehículo o bien jubilados con cierta indemnización, pero a pesar de eso, hicieron su protesta con manifestación incluida, por el cambio. Luego, la empresa mixta encargada de la gestión del Metrobús salió diciendo que el presupuesto para que el transporte fuese gratis se había agotado en la primera semana. Y luego, todo el mundo se quejaba de que son muy pocos autobuses, de que el servicio ha echado a andar antes de que estuviese toda la infraestructura terminada… Como siempre pasa en estos casos, nadie tiene la paciencia de esperar a que el servicio se estabilice. La verdad, yo como usuaria tengo que decir que es cierto que es incomodísimo porque sí va siempre llenísimo, pero el trayecto es más rápido y el servicio es mejor. Desde ayer el servicio es de pago, y todavía no he podido comprobar de primera mano cómo está yendo, aunque estoy convencida de que poco a poco se irá normalizando. Quién sabe la continuidad que tenga, porque el año que viene hay elecciones y aquí las cosas sólo duran el tiempo que dura el jefe. Cuando llega otro jefe, todos a la calle y nuevos proyectos.

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