Descubriendo México

lunes, agosto 01, 2005

Un bautizo en Tlaxcala

El fin de semana pasado tuve la oportunidad de disfrutar de una auténtica fiesta familiar mexicana. El sábado bautizaban a la sobrina de una amiga en Tlaxcala, y me fui con ella y algunos amigos más.

Tlaxcala es el Estado más pequeño de la República mexicana. Su capital se llama igual, Tlaxcala, y está entre la Ciudad de México y Puebla. De hecho tiene muchas cosas en común con los dos lugares, sobre todo con Puebla. También acá es tradicional la cerámica que ellos llaman de Talavera, y que es muy parecida a la cerámica con motivos árabes tradicional sevillana (seguramente la introdujeron los españoles). Y la arquitectura del centro de la ciudad tiene el mismo estilo colonial que tiene Puebla.

Cuando llegas a Tlaxcala por carretera ves un letrero que dice que este lugar es la cuna de la nación. Hay muchos lugares en México que se dicen cuna de algo: de la nación, de la independencia, de la revolución, de la mexicanidad... Al fin y al cabo, todo tiene origen en algún lugar. En este caso, la explicación de ser la cuna de la nación es que, según los tlaxcaltecos, acá fue donde se comenzó el mestizaje y la expansión por México de los conquistadores, la mezcla entre españoles e indígenas mexicanos. La Malinche, la india que se alió con Hernán Cortés y se convirtió en su pareja y su asesora en la conquista y le servía de traductora, según dicen, era tlaxcalteca. Y el caso es que durante el imperio azteca, Tlaxcala se mantenía como una república independiente, algo nada fácil teniendo en cuenta la cercanía con la capital del imperio, Tenochtitlán (hoy Ciudad de México). Los tlaxcaltecos eran fieros defensores de su independencia. Así que cuando los españoles, comandados por Hernán Cortés, comenzaron a introducirse a sangre y fuego en la República mexicana desde Veracruz, y llegaron hasta acá, los tlaxcaltecos vieron la oportunidad de oro para vencer a sus odiados enemigos, los aztecas, y se aliaron con los españoles. Y ahí comenzó una lucha común con los españoles y contra sus propios paisanos. En el resto de la República, los tlaxcaltecos son considerados desde entonces como traidores, por aliarse con los invasores y luchar contra otro pueblo mexicano, cuando más adelante, los españoles también los sometieron a ellos. Los españoles permitían a los tlaxcaltecos montar a caballo, y les daban regalías y privilegios en los territorios que iban conquistando a los aztecas por ser sus aliados.

El bautismo al que yo estaba invitada era en una iglesia que está en lo más alto de una colina. Es una iglesia barroca, muy bonita, llena de santos y vírgenes. En origen era un convento, dicen, el más antiguo de América. El cerro donde está tiene una vista muy bonita de la ciudad y de su plaza de toros (cuando hay toros la gente se sube hasta acá para ver la corrida sin pagar boleto). Tlaxcala es un lugar de mucha afición taurina, por acá han pasado los mejores mexicanos y españoles, a pesar de que es una ciudad pequeña (tiene poco más de 73.000 habitantes) y su plaza de toros también lo es. Pero es reconocida por eso. Dentro de la iglesia hay una capilla preciosa, con un retablo estilo barroco mexicano, muy recargado, dorado. Ahí está la pila bautismal, que pasa, al igual qu el convento en la que se ubica, por ser la más antigua de América. Ayer me preguntaba cuando me lo contaron si no habrá alguna en República Dominicana, primer lugar al que llegó Cristóbal Colón, que sea más antigua que esta (Hernán Cortés, obviamente, llegó a México bastante después de que Colón llegase por primera vez a Dominicana aquel 12 de octubre de 1492), pero también especulábamos con la posibilidad de que con Colón los bautismos se hiciesen en ríos o en cualquier otro lugar, sin necesidad de que hubiesen construido una pila.

Delante de la pila hay una inscripción donde se recogen los nombres de los cuatro primeros bautizados, tlaxcaltecos nobles, senadores de la República de Tlaxcala. Estos personajes eran los gobernadores de las cuatro ciudades en las que se dividía el territorio tlaxcalteca, y entre los cuatro formaban una alianza para tomar las decisiones de la República. Ellos fueron los que se aliaron con los españoles cuando llegó Hernán Cortés. Aparecen sus nombres originales (en nahuatl, lengua indígena que se hablaba en esta región) y los nombres cristianos españoles que recibieron tras ser bautizados. Para alguien que es católico y mexicano, me imagino que debe ser todo un orgullo ser bautizado acá.

El bautismo al que yo iba invitada no era exclusivo en la ceremonia, no era la única niña bautizada. Eran varios y de diferentes edades. Se me hacía sorprendente lo de las diferentes edades, que no fueran bebés (la sobrina de mi amiga está por cumplir un año).Algunos de los niños parecían tener siete u ocho años, más que bautizados, a mí, por mi contexto cultural español, se me hacían niños de primera comunión. Pero en México es una fiesta muy importante, las familias ahorran para poder organizar una gran fiesta, y la gente más humilde tiene que ahorrar algunos años hasta que por fin puede organizarla e introducir a su hijo en la sociedad a través de esta ceremonia. Entre las familias había un par de ellas de indígenas seguramente de comunidades rurales cercanas. Iban con sus ropas tradicionales de campesinos, con huaraches (sandalias), morral (los bolsos de paja que llevan) y trenzas las mujeres. Una de esas familias bautizaba a dos hijos. El chico debía tener alrededor de 10 u 11 años. Me imagino que debía ser una familia muy pobre, porque el muchacho iba vestido con pantalón y camiseta blanca, del estilo de las que usan los hombres que conozco debajo de sus camisas como parte de su ropa interior. Sí llevaba zapatos, no sandalias. Su hermana tendría unos seis u siete años y sí iba vestida como princesa, con un traje con vuelo y tul, su pelo recogido en un moño con una corona, al estilo de los vestidos de primera comunión.

Luego de que bautizaran a estos niños estaba prevista en la misma iglesia una ceremonia de primera comunión, también de varios niños, y la situación era la misma, había edades diferentes y gente de diferente condición social, aunque todos humildes, nadie demasiado ostentoso. Estuve pensando durante la ceremonia que me gustaría ver, por el contraste, cómo sea una ceremonia similar de gente rica, de esas que viven en jaulas para que no les secuestren o les asalten en la Ciudad de México. Seguramente deben ser ceremonias en capillas privadas, propias o prestadas, en ranchos o lugares apartados a los que les gusta salir a los capitalinos a pasar el fin de semana, pagando un buen dinero al cura en cuestión que seguramente sea el capellán de cabecera de la familia, también procedente de alguna familia de renombre. En el fondo, la fiesta debe ser la misma, pero en la forma, bien diferente.

Antes del bautismo habíamos llegado a la casa de los abuelos y padrinos de la niña y nos habían ofrecido un copioso desayuno a base de huitlacoche (que es el hongo que le crece al maíz y está delicioso), frijoles, tortillas de maíz, pan dulce (que es como llaman acá a la bollería)... Luego del bautismo y de dar un paseo por el centro de Tlaxcala, donde aproveché para comprar una manta artesana tradicional a un precio muy reducido, regresamos a la casa de los abuelos – padrinos. Había toda una fiesta preparada, con mesas decoradas elegantemente con motivos de bebé y de color rosa y música alegre. Comenzamos a comer: arroz, tlacoyos (que son tortillas de maíz rellenas, en este caso de frijol), ensalada de nopal, y varias exquisiteces de carne que no llegué a probar. Y de beber, cerveza, agua de limón, refresco, tequila... De postre comimos pastel. Y mientras todo esto ocurría, llegaron los mariachis, según yo un poco borrachines. Festejaron a la pequeña y cantaron las canciones tradicionales propias de este tipo de banda. Fue muy divertido.

La fiesta continuó. Hubo piñatas para los más pequeños. Dos. La tradicional, que me cuentan que tiene su origen en Nápoles, Italia, aunque no es más que una idea tradicional. Las piñatas tradicionales mexicanas tienen forma de estrella de cuatro puntas. El centro está hecho de cerámica, los brazos de papel, y está decorada en colores brillantes con cintas en los brazos de la estrella. Hubo otra piñata, esta vez de las modernas que son las que más gustan a los niños, con formas de los muñecos de moda. La del sábado representaba a Shreck, el ogro verde de buen corazón. Estaba hecha de papel maché y era bien dura de romper, los pobres niños tardaron un buen rato en romperla. Mientras desde bien alto dos personas sujetan la piñata y la mueven para dificultar a los niños en su lucha por romperla, alguien sujeta un palo, del tipo de un bate de béisbol, y le pega con fuerza o al menos lo trata. El resto de la gente le rodea y le canta una canción que le anima a que rompa la piñata.

La fiesta siguió hasta bien tarde. Hubo baile, alcohol, conversaciones, risas, discusiones... Lo que siempre ocurre en este tipo de fiesta. Y al día siguiente todavía había comida que ofrecer para la cruda, como dicen aquí a la resaca. La fiesta continúa...

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