El castigo del diablo
En Mexicali, hacia el interior de Tijuana también en Baja California (es capital del estado) y sobre la línea fronteriza, hace tanto calor en verano que dicen que en el infierno, cuando quieren castigar al diablo porque se porta mal, lo mandan a Mexicali. En verano, que dura tres meses, los termómetros se disparan más allá de los 50º. Pero a diferencia de lo que ocurre en Sevilla, no cortan la jornada laboral a las 15h, más bien la alargan hasta que se va el sol, nadie quiere salir de una oficina con refrigeración. Muchos negocios, incluso las dependencias del gobierno y centros comerciales, abren hasta la noche para que la gente pueda hacer sus gestiones cuando afloja el calor al final del día.
Yo no he podido conocer Mexicali, pero sí mucha gente de ahí. Y son buenísima gente, siguen manteniendo el alto concepto que tengo de la gente del norte de México. Al menos en su trato a foráneos como yo.
El nombre, Mexicali, es un cruce entre México y California. Del otro lado, el par gringo se llama Caléxico, justamente el cruce entre California y México. Caléxico es bastante peculiar, porque a diferencia de las otras ciudades fronterizas del país, la ciudad gringa vive de la economía de la mexicana (normalmente es al revés). Si se hunde Mexicali, se hunde Caléxico. Yo supe de la existencia de Caléxico hace unos años gracias a la música. Hay un grupo de ahí (difícil definir lo que hacen más allá de rock – pop fronterizo) al que conocía hace unos años y que tuve la oportunidad de disfrutar en el Teatro Central sevillano justamente un verano de mucho calor. Mexicali apareció en el mapa cuando conocí un muchacho del lugar que vivía (y debe seguir viviendo, de acuerdo a las noticias que tengo) en la mera Puerta del Sol madrileña. Pero esa es otra historia que no tiene caso contar aquí.
A Mexicali llegaron muchos chinos en el siglo XIX. Muchos llegaron al reflujo de la fiebre del oro que hubo en esta costa y que llegó hasta acá. Otros llegaron un poco después, cuando los gringos se asustaron con tanto chino en San Francisco (qué raro) y les prohibió la entrada. Llegaron a Mexicali como primera parada antes de brincarse la valla. El caso es que hoy por hoy la comida china es una de las especialidades de Mexicali e incluso dicen que construyeron una ciudad subterránea, con calles y edificios, para no tener que salir a la superficie y así librarse, entre otras cosas, del calor. Quién sabe si sea fantasía o realidad, porque yo no conozco Mexicali.
Aquí nació, entre otras cosas, un grito de guerra mexicano. En las manifestaciones y reuniones políticas se grita Sí se puede, algo así como el No pasarán español, o el No nos moverán, pero menos rudo, hasta el punto de haberse convertido en una exclamación para cuando las cosas se ponen feas e irónicamente pensamos que realmente no se va a poder. El grito nació políticamente en las elecciones estatales de 1989, primera vez en la historia de la democracia mexicana que no ganó el PRI. Dicen las malas lenguas que estaba pactado de antemano, que los priístas veían lo que se les venía encima y comenzaron a ceder poder (lo cual entonces demolería de golpe la idea de que fue un cambio democrático y que demostró la madurez del electorado). Ganó el PAN, la derecha. Pero en estos días me contaron que en realidad el grito es anterior a eso. Y viene de por ahí en los 70s, cuando en las ligas infantiles de béisbol de EEUU podían competir los equipos de la frontera mexicanos. Así, el equipo de Mexicali a grito de Sí se puede ganó la liga de la costa oeste (de EEUU). Peleó la liga nacional y la ganó. Siguió peleando y en nombre de EEUU llegó a una final internacional frente a Filipinas. No logró el título, pero sí el orgullo de haber representado a EEUU en una competición internacional y haber llegado a la final. Ese año, EEUU decidió cambiar el reglamento y ningún otro equipo mexicano pudo competir en las mismas condiciones.
La gente de Mexicali son los gaditanos de México. Tienen un acento peculiar, como todos los estados del norte, más cantadito, pero además, no pronuncian la CH, igual que los gaditas, ellos prefieren la SH. Así dicen escusha, y no escucha, o musho y no mucho. Ahora tendrán que inventar algo como el Betis, para poder girtar el eslogan completo y animarlo como corresponde…
Yo no he podido conocer Mexicali, pero sí mucha gente de ahí. Y son buenísima gente, siguen manteniendo el alto concepto que tengo de la gente del norte de México. Al menos en su trato a foráneos como yo.
El nombre, Mexicali, es un cruce entre México y California. Del otro lado, el par gringo se llama Caléxico, justamente el cruce entre California y México. Caléxico es bastante peculiar, porque a diferencia de las otras ciudades fronterizas del país, la ciudad gringa vive de la economía de la mexicana (normalmente es al revés). Si se hunde Mexicali, se hunde Caléxico. Yo supe de la existencia de Caléxico hace unos años gracias a la música. Hay un grupo de ahí (difícil definir lo que hacen más allá de rock – pop fronterizo) al que conocía hace unos años y que tuve la oportunidad de disfrutar en el Teatro Central sevillano justamente un verano de mucho calor. Mexicali apareció en el mapa cuando conocí un muchacho del lugar que vivía (y debe seguir viviendo, de acuerdo a las noticias que tengo) en la mera Puerta del Sol madrileña. Pero esa es otra historia que no tiene caso contar aquí.
A Mexicali llegaron muchos chinos en el siglo XIX. Muchos llegaron al reflujo de la fiebre del oro que hubo en esta costa y que llegó hasta acá. Otros llegaron un poco después, cuando los gringos se asustaron con tanto chino en San Francisco (qué raro) y les prohibió la entrada. Llegaron a Mexicali como primera parada antes de brincarse la valla. El caso es que hoy por hoy la comida china es una de las especialidades de Mexicali e incluso dicen que construyeron una ciudad subterránea, con calles y edificios, para no tener que salir a la superficie y así librarse, entre otras cosas, del calor. Quién sabe si sea fantasía o realidad, porque yo no conozco Mexicali.
Aquí nació, entre otras cosas, un grito de guerra mexicano. En las manifestaciones y reuniones políticas se grita Sí se puede, algo así como el No pasarán español, o el No nos moverán, pero menos rudo, hasta el punto de haberse convertido en una exclamación para cuando las cosas se ponen feas e irónicamente pensamos que realmente no se va a poder. El grito nació políticamente en las elecciones estatales de 1989, primera vez en la historia de la democracia mexicana que no ganó el PRI. Dicen las malas lenguas que estaba pactado de antemano, que los priístas veían lo que se les venía encima y comenzaron a ceder poder (lo cual entonces demolería de golpe la idea de que fue un cambio democrático y que demostró la madurez del electorado). Ganó el PAN, la derecha. Pero en estos días me contaron que en realidad el grito es anterior a eso. Y viene de por ahí en los 70s, cuando en las ligas infantiles de béisbol de EEUU podían competir los equipos de la frontera mexicanos. Así, el equipo de Mexicali a grito de Sí se puede ganó la liga de la costa oeste (de EEUU). Peleó la liga nacional y la ganó. Siguió peleando y en nombre de EEUU llegó a una final internacional frente a Filipinas. No logró el título, pero sí el orgullo de haber representado a EEUU en una competición internacional y haber llegado a la final. Ese año, EEUU decidió cambiar el reglamento y ningún otro equipo mexicano pudo competir en las mismas condiciones.
La gente de Mexicali son los gaditanos de México. Tienen un acento peculiar, como todos los estados del norte, más cantadito, pero además, no pronuncian la CH, igual que los gaditas, ellos prefieren la SH. Así dicen escusha, y no escucha, o musho y no mucho. Ahora tendrán que inventar algo como el Betis, para poder girtar el eslogan completo y animarlo como corresponde…