El momento decisivo
Por fin acabó la campaña electoral, aunque los comicios no son hasta el domingo. Son unas elecciones importantes. Aquí sólo cambia el presidente cada seis años, y además no puede volver a ser elegido, es decir, sólo puede ser presidente de la República seis años. En México, justo por esto, no se mide el tiempo de otra forma que de sexenio en sexenio, y la figura presidencial es fundamental, infinitamente más que la de su partido, es a la vez el gobernante y el papá de la patria, el que decide con su carácter y decisión, el destino de todo un país durante seis años. Lo que le hubiera gustado ser a Aznar, vamos, sólo que se equivocó de país.
Y es una elección crucial porque después de 70 años de dictadura sólo hace un sexenio que hay democracia en el país. En toda su historia, desde tiempos aztecas. Así que es hora de probar qué tan demócratas son los mexicanos, qué tanto le apuestan al cambio, qué tan preparados están los partidos para la nueva situación, incluso el sistema mexicano...
El ambiente está calentito, porque las encuestas dicen que hay dos favoritos, uno de izquierda y el otro de derecha, y que están muy igualados en la intención de voto. Normalmente diría no te fíes de las encuestas y me fiaría más por lo que siento en la calle. A pesar de lo que digan las encuestas y la más o menos credibilidad que generen en mí, la mayor parte de la gente va votar izquierda. Eso es lo que siento en el ambiente, y no sólo eso, porque fundamentalmente las encuestas se hacen por teléfono. La mayor parte del país, entonces, queda fuera (porque la mayor parte del país es pobre y no tiene en su casa teléfono, vamos, que bastante si tiene casa).
Pero esto es México. Cualquier cosa puede pasar, así que habrá que esperar hasta el domingo. Hay algunas diferencias con España: la elección de presidente y congreso están diferenciadas, es decir, no es el Parlamento quien elige al presidente, no tiene, pues, tanto peso el partido en cuanto a presidente (igual un poco más en cuanto a Parlamento), y la cosa está chunga gane quien gane, porque no va a poder controlar totalmente el poder (parece que la cosa va a estar fuertemente dividida).
Por otro lado, la campaña no acaba 24 horas antes de la elección, sino tres días antes. Hoy estamos a viernes y desde ayer no hay campaña. No hay campaña oficial, o sea, no hay anuncios en la tele, pero las calles siguen llenas de propaganda (hasta el hartazgo realmente, la ciudad está sucísima, esto deberían considerarlo contaminación ambiental), las páginas de los periódicos apestan a política. Todo el mundo habla de política, así que la campaña sigue en marcha.
Además de esto, desde las doce de la noche del sábado no se podrá beber alcohol hasta que acabe la jornada electoral. A ver qué inventamos para la noche del sábado si no podemos ir a tomar una copita al bar de moda. Habrá que improvisar. Y en cualquier caso, la toma de posesión no es hasta diciembre, algo que es realmente sorprendente para mí, porque eso significa que el país se queda en suspenso por seis meses, entre que gana el nuevo y puede empezar a mandar. Los viejos ya no pintan nada ni tienen poder, el parlamento está disuelto prácticamente, pero los nuevos todavía no pueden ocupar sus sillones. A México, desde luego, es lo único que le faltaba.
La gente está muy enloquecida con esto de las elecciones. Casi parece una extensión del Mundial de Fútbol, aunque en eso es igual que en España. Se habla de los políticos más como si se hablase de un equipo de fut que como lo que realmente son, gente que quiere gobernar y propone maneras de hacerlo. Algunas conversaciones que capto al vuelo me hacen chirriar los oídos. Casi casi lo plantean de la siguiente forma: el candidato de los ricos, o más bien, de la clase media (que en este caso sería el de la derecha, Calderón), y el candidato de los pobres (López Obrador). Y a estas alturas del partido (llevamos, de forma directa o indirecta, un año de campaña electoral) no me cuesta nada adivinar las preferencias de voto de la mayor parte de la gente que encuentro en mi camino, casi casi, al primer golpe de vista.
Como ocurre en España, la gente discute sin saber, nadie tiene la menor idea de las propuestas (y sí, la masa será estúpida, como dijo Ortega, pero esos estúpidos son los que deciden quién ostentará el poder político los próximos seis años). La intención de voto tiene más que ver con que el candidato parece menos mentiroso (y ojo porque aquí no está ganando el más creíble, sino el que parece menos malo, en negativo), bien porque cree que les va a beneficiar más, bien por alguna experiencia personal anterior, aquí la gente elige candidato por las razones más inverosímiles y más alejadas de la democracia. También, afortunadamente, hay gente que discute sobre las propuestas, pero realmente lo que están prometiendo los candidatos, tanto de un lado como de otro, tiene tan poco peso, es todo tan discutible, que da mucha pena.
Por supuesto, tanto de uno como del otro lado, los candidatos prometen más empleo, más seguridad, más bienestar, en definitiva. Y digo yo, ¿dónde se han estado escondiendo los empleos que hasta ahora no salen, los guardan en el bolsillo? ¿O es que el hada madrina de Cenicienta ha sellado un pacto con ellos para crearlos de la nada? Mi conclusión es que me alegro de estar viviendo, pese a todo, estos momentos en México, pero me alegro también de poder estar viviéndolo con un ojo de extranjera, y no tener que implicarme (quizás ese sea mi principal defecto, nunca quiero implicarme, me gusta mirar desde fuera). Por momentos me enciendo de escuchar a mi alrededor las tonterías que oigo, o por decirlo más elegantemente, los argumentos sin base, tan fácilmente discutibles. Pero me alegro de que no tener que tomar parte de la decisión, porque realmente, no sé lo que haría (y conste que esto lo comento desde la izquierda más convencida y más radical que nunca, aunque eso, en estos días inciertos, es de contenido un tanto borroso).
Y es una elección crucial porque después de 70 años de dictadura sólo hace un sexenio que hay democracia en el país. En toda su historia, desde tiempos aztecas. Así que es hora de probar qué tan demócratas son los mexicanos, qué tanto le apuestan al cambio, qué tan preparados están los partidos para la nueva situación, incluso el sistema mexicano...
El ambiente está calentito, porque las encuestas dicen que hay dos favoritos, uno de izquierda y el otro de derecha, y que están muy igualados en la intención de voto. Normalmente diría no te fíes de las encuestas y me fiaría más por lo que siento en la calle. A pesar de lo que digan las encuestas y la más o menos credibilidad que generen en mí, la mayor parte de la gente va votar izquierda. Eso es lo que siento en el ambiente, y no sólo eso, porque fundamentalmente las encuestas se hacen por teléfono. La mayor parte del país, entonces, queda fuera (porque la mayor parte del país es pobre y no tiene en su casa teléfono, vamos, que bastante si tiene casa).
Pero esto es México. Cualquier cosa puede pasar, así que habrá que esperar hasta el domingo. Hay algunas diferencias con España: la elección de presidente y congreso están diferenciadas, es decir, no es el Parlamento quien elige al presidente, no tiene, pues, tanto peso el partido en cuanto a presidente (igual un poco más en cuanto a Parlamento), y la cosa está chunga gane quien gane, porque no va a poder controlar totalmente el poder (parece que la cosa va a estar fuertemente dividida).
Por otro lado, la campaña no acaba 24 horas antes de la elección, sino tres días antes. Hoy estamos a viernes y desde ayer no hay campaña. No hay campaña oficial, o sea, no hay anuncios en la tele, pero las calles siguen llenas de propaganda (hasta el hartazgo realmente, la ciudad está sucísima, esto deberían considerarlo contaminación ambiental), las páginas de los periódicos apestan a política. Todo el mundo habla de política, así que la campaña sigue en marcha.
Además de esto, desde las doce de la noche del sábado no se podrá beber alcohol hasta que acabe la jornada electoral. A ver qué inventamos para la noche del sábado si no podemos ir a tomar una copita al bar de moda. Habrá que improvisar. Y en cualquier caso, la toma de posesión no es hasta diciembre, algo que es realmente sorprendente para mí, porque eso significa que el país se queda en suspenso por seis meses, entre que gana el nuevo y puede empezar a mandar. Los viejos ya no pintan nada ni tienen poder, el parlamento está disuelto prácticamente, pero los nuevos todavía no pueden ocupar sus sillones. A México, desde luego, es lo único que le faltaba.
La gente está muy enloquecida con esto de las elecciones. Casi parece una extensión del Mundial de Fútbol, aunque en eso es igual que en España. Se habla de los políticos más como si se hablase de un equipo de fut que como lo que realmente son, gente que quiere gobernar y propone maneras de hacerlo. Algunas conversaciones que capto al vuelo me hacen chirriar los oídos. Casi casi lo plantean de la siguiente forma: el candidato de los ricos, o más bien, de la clase media (que en este caso sería el de la derecha, Calderón), y el candidato de los pobres (López Obrador). Y a estas alturas del partido (llevamos, de forma directa o indirecta, un año de campaña electoral) no me cuesta nada adivinar las preferencias de voto de la mayor parte de la gente que encuentro en mi camino, casi casi, al primer golpe de vista.
Como ocurre en España, la gente discute sin saber, nadie tiene la menor idea de las propuestas (y sí, la masa será estúpida, como dijo Ortega, pero esos estúpidos son los que deciden quién ostentará el poder político los próximos seis años). La intención de voto tiene más que ver con que el candidato parece menos mentiroso (y ojo porque aquí no está ganando el más creíble, sino el que parece menos malo, en negativo), bien porque cree que les va a beneficiar más, bien por alguna experiencia personal anterior, aquí la gente elige candidato por las razones más inverosímiles y más alejadas de la democracia. También, afortunadamente, hay gente que discute sobre las propuestas, pero realmente lo que están prometiendo los candidatos, tanto de un lado como de otro, tiene tan poco peso, es todo tan discutible, que da mucha pena.
Por supuesto, tanto de uno como del otro lado, los candidatos prometen más empleo, más seguridad, más bienestar, en definitiva. Y digo yo, ¿dónde se han estado escondiendo los empleos que hasta ahora no salen, los guardan en el bolsillo? ¿O es que el hada madrina de Cenicienta ha sellado un pacto con ellos para crearlos de la nada? Mi conclusión es que me alegro de estar viviendo, pese a todo, estos momentos en México, pero me alegro también de poder estar viviéndolo con un ojo de extranjera, y no tener que implicarme (quizás ese sea mi principal defecto, nunca quiero implicarme, me gusta mirar desde fuera). Por momentos me enciendo de escuchar a mi alrededor las tonterías que oigo, o por decirlo más elegantemente, los argumentos sin base, tan fácilmente discutibles. Pero me alegro de que no tener que tomar parte de la decisión, porque realmente, no sé lo que haría (y conste que esto lo comento desde la izquierda más convencida y más radical que nunca, aunque eso, en estos días inciertos, es de contenido un tanto borroso).
2 Lo que otros dijeron:
La referencia orteguiana a la estupidez de la masa era de esperar, teniendo en cuenta que hiciste el master de EL PAÍS, donde los Spotornos tienen mucha mano. Yo prefiero la opinión de Azaña, La Velada en Benicarló, sobre que la masa es ingenua,no tenía mas remedio en aquellos tiempos de analfabetismo pandémico, hoy, por ejemplo en España, no estaría justificada la ingenuidad, tenemos los dirigentes que nos merecemos, los béticos a Lopera, lo que tiene debueno que la cosa no puede empeorar, como con el PRI. La estupidez, a estas alturas, es una patología que se cura con la ilustración.
Por
Anónimo, el 13:19
La masa mas que estúpida es ingenua, como escribía Azaña en la Velada en Benicarló. Cuando se le de la oportunidad de ilustrarse, si no lo hace, entonces será estupida, pero en Méjico habrá demasiada gente que no haya tenido la oportunidad, como el buen salvaje es ingenua.
Por
Anónimo, el 13:25
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