Descubriendo México

lunes, octubre 09, 2006

Aqui y ahora

Rosarito, en la costa oeste, península de Baja California, al norte del país casi frontera con EEUU, es un pueblito costero que tuvo su época dorada. Durante muchos años fue destino favorito de la elite más sofisticada de Hollywood. Mickey Rooney, Lana Turner, Orson Welles y Rita Hayworth solían alojarse en el hotel Rosarito Beach, construido en 1926 y primer establecimiento turístico del lugar. En aquellos tiempos, la carretera que bajaba desde la frontera con EEUU, llamada la Escénica, ofrecía un auténtico espectáculo de la naturaleza. El perfil que ofrece hoy es muy distinto, casas bajas primero, edificios altos después, muchas grúas, y el mar no es más que un fondo entrecortado por los nuevos gigantes.

Desde Tijuana hasta Ensenada, la costa noroeste está viviendo un boom inmobiliario. Pero no es que de repente a la población le haya dado por trasladarse a la costa. En su mayoría son edificios de apartamentos con todos los lujos para los vecinos californianos, que quieren tener vista al mar en el fin de semana y no pueden permitírselo con los precios de su lugar de origen. No son ricos, son clase media con interés en invertir en una segunda residencia.

La oferta, según Gustavo Torres, de la agencia de bienes raíces Remax, es amplia. El total de las inversiones en la zona, construido y a construir en el corto plazo, es de $4,000 millones de dólares en más de 16,000 unidades residenciales. La Asociación de Desarrolladores Turísticos de Baja California (ADETUR) va más allá, y cifra las inversiones actuales en el estado en $8,000 millones, $17,000 en progreso para los próximos tres años. “El desarrollo apenas lleva 36 meses”, explica Torres. “Todavía hay 75% de la tierra por explotar”. Los precios, desde $160,000 dólares en adelante. No en vano, Baja California es el segundo estado que más inversión turística captó en 2006, detrás de Guerrero, donde está Acapulco.

La explosión fue espontánea. Entre 2001 y 2006 hubo un boom inmobiliario en California que comenzó a salpicar al vecino del sur, porque las tasas de interés cayeron a niveles mínimos y acceder a un crédito hipotecario era más barato. Pero los precios comenzaron a crecer del lado estadounidense, lo que hizo más atractiva la oferta en Baja. A pesar de que en los últimos tres años los precios en Baja han crecido 30% la oferta sigue siendo más interesante que en el lado gringo. En San Diego, un apartamento cuesta $200,000 dólares en la zona urbana, pero si se buscan vistas al mar el precio sube hasta los dos millones, doce veces más que del lado mexicano.

Es una oportunidad que las administraciones no están aprovechando, aunque reconocen en los documentos y planificaciones oficiales la gran oportunidad que representa. Ni el gobierno del estado ni los gobiernos locales decidieron que querían dedicarse al turismo, ni decidieron qué tipo de turistas querían atraer, ni siquiera decidieron si querían edificios en altura o campos de golf. Fue la demanda la que decidió todo eso, el papel que juegan las administraciones es reaccionar ante el crecimiento. A medida que los desarrollos se comiencen a entregar y la densidad poblacional suba, la presión va a ser muy fuerte tanto en los municipios como en las vías de acceso. “Se planean 1,000 casas pero no se planean que con ellas van a llegar al menos 2,000 coches, cuando no más, que van a estar circulando, por ejemplo”, apunta Pombo, del Colegio Frontera Norte (Colef).

Las comunicaciones por carretera entre California y Baja California se reducen a dos puntos de control fronterizo. Hoy en día, cuando la mayor parte de este boom inmobiliario a penas comienza a construirse, las filas para pasar la frontera tanto de un lado como de otro pueden llegar a las tres horas de espera. No son casos puntuales, es el pan nuestro de cada día. El tráfico en Tijuana queda colapsado porque las filas se adentran en vialidades de la ciudad.

Un claro ejemplo es Puerto Nuevo. Situado a varios km al norte de Rosarito, es una zona restaurantera y de ocio que se hizo popular hace décadas entre los californianos por su buena y barata oferta de langosta fresca. Hoy, la langosta local está en riesgo de agotarse y en temporada alta necesitan reforzar la oferta con langostas traídas de otros lugares. El paisaje en sábado por la noche es filas de coches que no encuentran estacionamiento, locales saturados, aceras en mal estado que no facilitan el paseo de los turistas...

Este boom provoca un aumento de la densidad poblacional en la zona, no sólo por la población nueva que está llegando, sino también por las personas que acuden a trabajar ante las nuevas necesidades: jardineros, servicio doméstico, comercios, etc.. Esta gente necesita un lugar donde vivir, además de servicios como agua, drenaje, recogida de basuras, etc. “Un desarrollo donde antes no existía te genera inmediatamente una necesidad de infraestructura urbana para todos los trabajadores y eso los pone el municipio”, resume Rosenzweig.

La falta de agua es una de las alarmas disparadas en el estado. “No hay balances ni estimados ni estudios exactos de la disponibilidad de agua en la región, los estudios son fragmentados y no actualizados”, afirma tajante Rosenzweig, del Fondo Mexicano para la Conservación de la Naturaleza. Ni siquiera hay una medición para saber cuánto del agua que utilizan estos desarrollos la están tomando de la red general y cuanto es abastecimiento propio a través de desaladoras. Cuando se acabe el agua, los hoteles y edificios de apartamentos podrán desalinizar el agua, pero las poblaciones quedarán completamente desprotegidas.

El perfil de la zona está cambiando. Baja California está considerada como una de las cinco regiones de mayor importancia biológica en el mundo. Esa riqueza se está perdiendo. “Hay pesquerías naturales que se están arruinando, hábitats para especies muy carismáticas, como es la ballena, que de manera natural acude a estas costas anualmente, las aves migratorias”, enumera Rosenzweig. “Recorrer esa carretera hoy en día es simplemente desagradable”, concluye. Hay especies endémicas cactáceas, por ejemplo, que tardan 400 ó 500 años en tomar la forma que tienen hoy, y que están siendo simplemente arrasadas.

“El problema es que eso nos hace precisamente perder competitividad como destino”, apunta Rosenzweig. “Un paisaje único en el mundo simplemente se está echando a perder para construir edificios que podrían estar en cualquier parte del mundo”. Conforme se masifica el negocio, la gente que llega es de menos nivel adquisitivo, gastan menos y por lo tanto hace falta traer más personas para que gasten más.

El turismo aparece entre las vocaciones naturales del estado en el Programa de Desarrollo Empresarial. Este documento fue realizado por el consejo coordinador empresarial de Baja California. El origen del documento estuvo en la necesidad de hacer un programa de desarrollo estatal que traspasase los gobiernos y por tanto, no tuviese tanto peso partidista. En lugar de exigirle al gobierno estatal que haga su trabajo, más bien lo liberan de esa obligación y lo convierten en un mero gestor de las líneas que los empresarios marcan. “Es la tranquilidad de que todo queda en manos privadas, y que a la salida de nosotros que entren los nuevos el sector privado será quien les diga aquí es donde estamos, por aquí vamos, y a ti te toca este pedacito”, argumenta Mario Juárez, subsecretario de promoción económica del estado. La realidad es que hace falta mucho trabajo para evitar el desastre y ni el estado ni los municipios están tomando medidas contundentes, asesorados por unos empresarios que no están pensando en el largo plazo.

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