Descubriendo México

domingo, octubre 15, 2006

De Frontera a Frontera

Dos semanas. Una a Chiapas, la otra a Baja California, de vuelta. La primera por gusto, la segunda un gusto. Todavía en Mexicali no quiero olvidar Chiapas.

San Cristóbal es un cuento. El centro es el túnel del tiempo, la postal perfecta de México que en cualquier parte del mundo se espera recibir. Las tiendas son bonitas, hasta las taquerías, cuidadas, los hoteles son cálidos y acogedores. Y sobre todo, baratos. Los europeos que buscan la utopía perdida se comportan como en casa. La mayoría viaja solo o en pareja, así que buscan el encuentro con el otro, europeo también o de donde sea, pero eso sí, que tenga pinta de estar buscando también la utopía de izquierdas que se perdió en la sierra chiapaneca. La Realidad, centro del zapatismo ahora un poco pasado de moda (y en buena parte, por culpa de las últimas estupideces del lunático del pasamontañas), parece en San Cristóbal a la vuelta de la esquina, y a la vez, a años luz. Pero la gente convive, busca la convivencia, busca encontrarse en el otro. La mayoría llega desde Cancún y lleva semanas viajando. Muchos acaban su recorrido por México aquí, muchos otros, como el murciano que encontramos en el bus, subirán al DFectuoso. En San Cristóbal, hay muchos bares con música en vivo, al estilo que gustan los europeos alternativos. El revolución, con ska, reggae y rastas, como si de uniforme se tratara. Los bares con música norteña y cumbia, del gusto de los locales, no están en el centro, pero también son San Cristóbal. Mucho frío y mucha lluvia. Buen ambiente. Pero sobre todo una sensación muy fuerte de que hay dos San Cristóbal, el real, lleno de farmacias del doctor Simi, Elektra y el mercado con sus puestos de tacos, que realmente los mochileros europeos no tienen interés en conocer (ellos vienen acá buscando indígenas con pasamontañas organizados comunitariamente, no habitantes de la ciudad que consumen a su manera y a los que les gustaría vivir en EEUU) y el que vivimos los europeos que llegamos ahí, con pastas y otras delicias europeas para comer, sin tanto chile, pero con el toque mexicano requerido.

Llegamos el 2 de octubre, triste aniversario. Se conmemora la matanza de Tlatelolco, la plaza de las tres culturas. En 1968, a penas una semana antes de la inauguración de los juegos olímpicos que iban a proyectar una imagen de un México moderno, capaz, de primer nivel al mundo, a un grupo de estudiantes contagiados de la oleada de izquierdismo estudiantil que vivía el mundo por aquella época de amor y paz, se le ocurrió manifestarse en la capital, llegando a esa fatídica plaza, que históricamente nunca dejó de vivir desgracias. Así que la solución fue simple, matarlos a todos. El imperial PRI no podía arriesgar. Cerrar la plaza, colocar estratégicamente francotiradores, y disparar a matar. Y oficialmente, borrar los hechos de la historia. No se hizo un registro, no se dio la noticia en los informativos ni en los diarios, la matanza nunca tuvo lugar. Y después de la matanza, las desapariciones, esas que tanto gustaban al sur del continente, también ocurrieron en México y a día de hoy todavía no se investigan. En San Cristóbal, quién sabe si por ser sede mundial (aunque debilitada, pero finalmente el que tuvo, retuvo) de las causas perdidas o un poco al hilo de lo que está ocurriendo en Oaxaca, un grupo de manifestantes, chiquito, en su mayoría con pinta de ser estudiantes de instituto, llegó a la plaza principal, leyó su manifiesto en contra del poder y a favor de los oprimidos, y se marchó. Y el 3 de octubre, de nuevo, nadie se acordaba de lo que ocurrió a tantos km y hace tanto tiempo.

De San Cristóbal fuimos a San Juan Chamula. Es un pequeño pueblito cercano a la ciudad, de población indígena tzotzil, según tengo entendido. Hace más frío que en San Cristóbal porque está a más altura, San Cristóbal está encerrada entre montañas y San Juan, digamos, en la montaña. A la entrada del pueblo un gran letrero te avisa de que no puedes tomar fotos, especialmente en la iglesia del pueblo. Y realmente, cuando entras, lo último que te apetece es tomar fotos. La sensación de invasión es fuerte. La iglesia, como todas las iglesias de pueblo, es el espacio público más importante. La plaza que está a sus pies tardó muchos años en construirse, según me cuenta una amiga. Los vecinos, fuertemente empeñados en que ahí hubiera una plaza, no permitían que el espacio se ocupase de ninguna otra manera. Hasta que se salieron con la suya y tuvieron su plaza. Y ahora en la plaza hay un mercadillo que me recuerda a Marrakech porque toda la mercancía está en el suelo y los colores son vivos, igual que el espacio, aunque más ordenado. Las mujeres usan unas faldas negras de un tipo de pelo como de caballo ajustadas con un fajín de color rojo, que no había visto en mi vida, pero que me recuerdan a un abrigo que tengo. Los hombres llevan ese mismo tejido como poncho por encima de los hombros, a modo de abrigo. Pienso que el frío, en invierno, debe ser recio en este lugar si a principios de octubre ya usan esas pieles.

Una vez dentro de la iglesia el tiempo se detiene y parece que entras en otra dimensión. No puedo evitar sentirme una intrusa. En el altar mayor no hay una cruz o una virgen, hay un San Juan Bautista, patrón del pueblo. El cristo, tallado en el más tétrico de los barrocos, es chiquito y está a la derecha de San Juan. La nave principal de la iglesia tiene todo el pasillo lleno de capillitas de cristal que encierran los santos más populares, todos blancos de mejillas sonrosadas. La particularidad es que todos van vestidos a la manera local, con cintas de colores por encima. Un mayordomo se va deteniendo delante de los santos y va esparciendo incienso, perfumando todo el lugar. Del techo cuelgan telas de colores. El incienso y el humo de las velas que la gente prende crean una atmósfera extraña, como una especie de neblina londinense. El suelo está cubierto por hoja de pino fresca, mezclando los olores todavía más, salvo por unos espacios que abren los feligreses donde colocan sus velas. La gente llega y se sienta en el suelo. Normalmente son señoras con niños, que llegan en grupo, pero también hay familias completas y, aunque todos son pobres, alcanzo a distinguir los que son más pobres, relacionado, como siempre, con cuánto más oscura es su piel. Sacan sus velas, que son altas y delgadas, las plantan en eternas filas en el suelo (algo así como quince velas por fila) y las prenden. Después de eso, toman refresco o cerveza, rezan en su idioma, y mientras lo hacen pasan por encima de los niños, como frotándolos, huevos de gallina. Viendo todo este espectáculo para los ojos no puedo dejar de sentirme una ignorante mayúscula. La curiosidad por los símbolos me puede, la frustración por no comprender, también. Defectos de ser reportera, supongo.

Palenque es hermoso. Los edificios mayas me hacen sentir minúscula, me traen a la cabeza lo equivocados que estamos pensando que nuestra civilización es la que da sentido a la historia de la humanidad y que somos el centro del mundo. Seguramente los que vivieron en Palenque y construyeron esos edificios pensaban lo mismo de ellos mismos. Pero lo que me deja sin palabras en Palenque es el poder de la naturaleza. Los árboles que no terminan nunca y que no me dejan adivinar el cielo tras de ellos, que además levantan el suelo con sus imponentes raíces, y que son inabarcables en el abrazo. Pienso el tiempo que llevarán así, ahí, viendo pasar la vida alrededor. Y toda la vida que gracias a ellos no deja de generarse. Las hormigas, cargando sus trozos de hojas, con un tamaño tan enorme que siento que la que puede salir perjudicada por un pisotón soy yo… La misma sensación me gana en las cascadas, al día siguiente. Visitamos tres, Misol – Ha, Agua clara y Agua azul. Como es temporada de lluvias, el agua cae a todo lo que da, y lleva una fuerza que impone y que a mí me da vértigo nada más por mirarla caer. Es muy impresionante que en tan poco espacio físico, en unas horas por carretera, pueda darse esa diversidad tan enorme de vegetación y de climas. San Cristóbal es la montaña, Palenque es la selva, y todavía nos queda el mar, último destino de las hermanas aventurersa. Una playa de arena oscura, mar caliente, calor pegajoso, todos los bichos conocidos y por conocer y las montañas al fondo, que hacen que no deje de tener en la cabeza San Cristóbal. Nada en especial, pero al fin nada que hacer más que descansar y beber agua de coco, comer pescado fresco y mirar al horizonte…

lunes, octubre 09, 2006

Aqui y ahora

Rosarito, en la costa oeste, península de Baja California, al norte del país casi frontera con EEUU, es un pueblito costero que tuvo su época dorada. Durante muchos años fue destino favorito de la elite más sofisticada de Hollywood. Mickey Rooney, Lana Turner, Orson Welles y Rita Hayworth solían alojarse en el hotel Rosarito Beach, construido en 1926 y primer establecimiento turístico del lugar. En aquellos tiempos, la carretera que bajaba desde la frontera con EEUU, llamada la Escénica, ofrecía un auténtico espectáculo de la naturaleza. El perfil que ofrece hoy es muy distinto, casas bajas primero, edificios altos después, muchas grúas, y el mar no es más que un fondo entrecortado por los nuevos gigantes.

Desde Tijuana hasta Ensenada, la costa noroeste está viviendo un boom inmobiliario. Pero no es que de repente a la población le haya dado por trasladarse a la costa. En su mayoría son edificios de apartamentos con todos los lujos para los vecinos californianos, que quieren tener vista al mar en el fin de semana y no pueden permitírselo con los precios de su lugar de origen. No son ricos, son clase media con interés en invertir en una segunda residencia.

La oferta, según Gustavo Torres, de la agencia de bienes raíces Remax, es amplia. El total de las inversiones en la zona, construido y a construir en el corto plazo, es de $4,000 millones de dólares en más de 16,000 unidades residenciales. La Asociación de Desarrolladores Turísticos de Baja California (ADETUR) va más allá, y cifra las inversiones actuales en el estado en $8,000 millones, $17,000 en progreso para los próximos tres años. “El desarrollo apenas lleva 36 meses”, explica Torres. “Todavía hay 75% de la tierra por explotar”. Los precios, desde $160,000 dólares en adelante. No en vano, Baja California es el segundo estado que más inversión turística captó en 2006, detrás de Guerrero, donde está Acapulco.

La explosión fue espontánea. Entre 2001 y 2006 hubo un boom inmobiliario en California que comenzó a salpicar al vecino del sur, porque las tasas de interés cayeron a niveles mínimos y acceder a un crédito hipotecario era más barato. Pero los precios comenzaron a crecer del lado estadounidense, lo que hizo más atractiva la oferta en Baja. A pesar de que en los últimos tres años los precios en Baja han crecido 30% la oferta sigue siendo más interesante que en el lado gringo. En San Diego, un apartamento cuesta $200,000 dólares en la zona urbana, pero si se buscan vistas al mar el precio sube hasta los dos millones, doce veces más que del lado mexicano.

Es una oportunidad que las administraciones no están aprovechando, aunque reconocen en los documentos y planificaciones oficiales la gran oportunidad que representa. Ni el gobierno del estado ni los gobiernos locales decidieron que querían dedicarse al turismo, ni decidieron qué tipo de turistas querían atraer, ni siquiera decidieron si querían edificios en altura o campos de golf. Fue la demanda la que decidió todo eso, el papel que juegan las administraciones es reaccionar ante el crecimiento. A medida que los desarrollos se comiencen a entregar y la densidad poblacional suba, la presión va a ser muy fuerte tanto en los municipios como en las vías de acceso. “Se planean 1,000 casas pero no se planean que con ellas van a llegar al menos 2,000 coches, cuando no más, que van a estar circulando, por ejemplo”, apunta Pombo, del Colegio Frontera Norte (Colef).

Las comunicaciones por carretera entre California y Baja California se reducen a dos puntos de control fronterizo. Hoy en día, cuando la mayor parte de este boom inmobiliario a penas comienza a construirse, las filas para pasar la frontera tanto de un lado como de otro pueden llegar a las tres horas de espera. No son casos puntuales, es el pan nuestro de cada día. El tráfico en Tijuana queda colapsado porque las filas se adentran en vialidades de la ciudad.

Un claro ejemplo es Puerto Nuevo. Situado a varios km al norte de Rosarito, es una zona restaurantera y de ocio que se hizo popular hace décadas entre los californianos por su buena y barata oferta de langosta fresca. Hoy, la langosta local está en riesgo de agotarse y en temporada alta necesitan reforzar la oferta con langostas traídas de otros lugares. El paisaje en sábado por la noche es filas de coches que no encuentran estacionamiento, locales saturados, aceras en mal estado que no facilitan el paseo de los turistas...

Este boom provoca un aumento de la densidad poblacional en la zona, no sólo por la población nueva que está llegando, sino también por las personas que acuden a trabajar ante las nuevas necesidades: jardineros, servicio doméstico, comercios, etc.. Esta gente necesita un lugar donde vivir, además de servicios como agua, drenaje, recogida de basuras, etc. “Un desarrollo donde antes no existía te genera inmediatamente una necesidad de infraestructura urbana para todos los trabajadores y eso los pone el municipio”, resume Rosenzweig.

La falta de agua es una de las alarmas disparadas en el estado. “No hay balances ni estimados ni estudios exactos de la disponibilidad de agua en la región, los estudios son fragmentados y no actualizados”, afirma tajante Rosenzweig, del Fondo Mexicano para la Conservación de la Naturaleza. Ni siquiera hay una medición para saber cuánto del agua que utilizan estos desarrollos la están tomando de la red general y cuanto es abastecimiento propio a través de desaladoras. Cuando se acabe el agua, los hoteles y edificios de apartamentos podrán desalinizar el agua, pero las poblaciones quedarán completamente desprotegidas.

El perfil de la zona está cambiando. Baja California está considerada como una de las cinco regiones de mayor importancia biológica en el mundo. Esa riqueza se está perdiendo. “Hay pesquerías naturales que se están arruinando, hábitats para especies muy carismáticas, como es la ballena, que de manera natural acude a estas costas anualmente, las aves migratorias”, enumera Rosenzweig. “Recorrer esa carretera hoy en día es simplemente desagradable”, concluye. Hay especies endémicas cactáceas, por ejemplo, que tardan 400 ó 500 años en tomar la forma que tienen hoy, y que están siendo simplemente arrasadas.

“El problema es que eso nos hace precisamente perder competitividad como destino”, apunta Rosenzweig. “Un paisaje único en el mundo simplemente se está echando a perder para construir edificios que podrían estar en cualquier parte del mundo”. Conforme se masifica el negocio, la gente que llega es de menos nivel adquisitivo, gastan menos y por lo tanto hace falta traer más personas para que gasten más.

El turismo aparece entre las vocaciones naturales del estado en el Programa de Desarrollo Empresarial. Este documento fue realizado por el consejo coordinador empresarial de Baja California. El origen del documento estuvo en la necesidad de hacer un programa de desarrollo estatal que traspasase los gobiernos y por tanto, no tuviese tanto peso partidista. En lugar de exigirle al gobierno estatal que haga su trabajo, más bien lo liberan de esa obligación y lo convierten en un mero gestor de las líneas que los empresarios marcan. “Es la tranquilidad de que todo queda en manos privadas, y que a la salida de nosotros que entren los nuevos el sector privado será quien les diga aquí es donde estamos, por aquí vamos, y a ti te toca este pedacito”, argumenta Mario Juárez, subsecretario de promoción económica del estado. La realidad es que hace falta mucho trabajo para evitar el desastre y ni el estado ni los municipios están tomando medidas contundentes, asesorados por unos empresarios que no están pensando en el largo plazo.

Una ciudad para empollones

Este es el reportaje sobre Nuevo León que hice para Expansión, adaptado y resumido para los bloggeros... Ya sé que tengo muchos pendientes, falta Baja California y falta también Chiapas, donde acabo de estar de vacaciones, pero poco a poco, no puedo todo de una vez...

Una ciudad para empollones

González Parás, gobernador de Nuevo León desde 2003, tuvo la visión de cómo debe ser el Monterrey del futuro. Organizó un buen plan donde todos los actores un papel y que incluye todas las dimensiones de la ciudad, pero no se lo sacó de la manga. Cada gobernador llega con un proyecto maestro que luego queda archivado en el cajón, al menos parcialmente, cuando termina su mandato y es reemplazado por el sucesor, que trae otro proyecto maestro. González Parás prefirió meter en la coctelera todos esos proyectos y hacerlo uno solo, corregido y aumentado. Así que la combinación de todas las ideas y los actores dio como resultado, hace tres años, Monterrey, Ciudad del Conocimiento.

“Queremos que sea la ciudad en la que los empollones quieran vivir”, explica Antonio Zárate, responsable del proyecto Monterrey, Ciudad del Conocimiento. El principal modelo de Zárate es Barcelona, en España. “Tienen como 14 parques industriales, es una ciudad que tiene ópera, tiene parques, tiene cultura en la calle. Le dices a un ingeniero sueco si quiere instalarse en Barcelona y seguir investigando y se vuelve loco”. El plan de desarrollo del gobierno estatal para el sexenio 2003 - 2009 es la base para que Monterrey se convierta en el motor del país. La capital regia siempre ha estado a la cabeza como polo industrial y sigue atrayendo inversiones, pero ahora quieren crear valor a través de la investigación aplicada en la empresa, reforzado por un fuerte impulso al desarrollo urbanístico que hagan de la ciudad un lugar atractivo para vivir. Pero no es sólo un proyecto del gobierno estatal. Con él están las universidades, la de Monterrey, la Autónoma de Nuevo León (UANL) y el Tecnológico de Monterrey. También las empresas. “Es una alianza, la triple hélice, solos no podríamos hacer nada”, argumenta convencido Zárate. Y es un proceso lento. En los tres años que llevan de proyecto se han sentado las bases, cambiando la legislación del estado para que, por ejemplo, se crease el Instituto de Investigación y Transferencia Tecnológica como una institución que trascienda el sexenio. Se han definido las vocaciones industriales, se han creado los mecanismos para controlar y alentar el proyecto, como son los consejos consultivos ciudadanos. Pero todavía no hay resultados tangibles.

Todo empezó con una crisis. En 2001 la economía de EU se contrajo y esto pegó a la economía de Nuevo León, altamente dependiente del vecino del norte. Ese año se perdieron 32,245 empleos. Después de consultas y reuniones llegó a la conclusión de que la única manera de avanzar era a través de la innovación.

La mayor parte de la población del estado (80%) vive en el área metropolitana de Monterrey, que cuenta con 3.5 millones de habitantes. El sector productivo de Monterrey es amplio, tiene acero, vidrio, servicios financieros, materiales de construcción, embotelladoras… Pero su principal destino es EU, y esto le hace fuertemente dependiente. “Su mayor debilidad es que, por esta dependencia, se presta a muchas fluctuaciones cíclicas”, explica Patricia Calvo, directora de finanzas públicas de la calificadora Standard and Poors. Para que el proyecto funcione hace falta encontrar nuevos mercados que diversifiquen también el destino y no sólo la producción.

Desde hace tres años trabajan en la manera de lograr estos objetivos económicos y educacionales, pero la idea es que Monterrey sea algo más que una tecnópolis. “Para que los cimientos sean sostenibles, necesitas impulsar la parte social y cultural”, explica Zárate, responsable del proyecto. Lo que quieren es que la ciudad sea una ciudad cómoda, con oferta cultural, una ciudad donde la ciudadanía participe en la vida pública y conviva en los espacios públicos. Sin embargo, ahora mismo, según él mismo explica, están concentrados en la parte económica y no tienen previsto cómo van a desarrollar las otras patas.

Las universidades se están concentrando en ofrecer una oferta de formación de carreras técnicas y enfocadas a la investigación. Sin embargo, una ciudad como la que González Parás sueña va a requerir de otro tipo de universitarios: filósofos, antropólogos, sociólogos, buenos maestros, filólogos… La UANL hizo una reforma que justamente limita esta oferta a favor de las carreras técnicas… ¿Dónde quedan las artes y las humanidades?

La sociedad regia es considerada en el resto del país como muy conservadora, y no es mera fama. Una prueba de esto es la poca participación de la mujer en el trabajo remunerado. Según el departamento de estudios del Tecnológico de Monterrey, la proporción de hombres y mujeres en el total de la población ocupada, es de 70 - 30. “Las regias estudian, pero no ejercen”, explica Marcia Campos, del Tecnológico. Una persona cercana al proyecto comenta justamente que espera que su hija, hoy de 12 años, estudie algo relacionado con la ingeniería para que pueda acceder a un buen trabajo, aunque, como es mujer, espera que no tenga que trabajar y pueda dedicarse a la familia y el hogar. “Las regiomontanas se cuecen a parte”, sentencia Gabriela de la Riva, que dirige una agencia de investigación de mercado. La agencia De la Riva hace investigaciones para marcas que quieren vender sus productos en México y quieren conocer el público al que se dirigen en profundidad. Comenta, por ejemplo, que los comerciales con cierta carga sensual provoca mucho rechazo entre las regias. Así ocurrió con una conocida marca de paletas. “Son más de tradiciones, del qué dirán, la religión juega un papel fuerte. Tienen mucho cuidado de la aceptación social”.

La oferta cultural es importante, pero es necesario que la población quiera participar de ella y de las cuestiones que atañen al desarrollo local. Y justamente uno de los principales problemas que enfrentan los impulsores del proyecto es que la mayor parte de la población no entiende en qué consiste éste, incluso lo confunden con un evento que tendrá lugar el año que viene, el Forum Universal de las Culturas. Eso ha hecho, según nos comenta Zárate, que hayan preferido no hacer más difusión en la población de Ciudad del Conocimiento hasta que no termine el evento, para no generar más confusión.
En una ciudad como la pretendida, es importante el uso del transporte público, que evite mayor contaminación. El plan contempla la ampliación de la red del metro en dos líneas a la zona conurbada y la mejora de los autobuses urbanos, como el cambio de vehículos ya anticuados y la incorporación de aire acondicionado en los nuevos. Pero no contempla un plan de fomento del uso en una población que no tiene costumbre de usar el metro, ni siquiera los funcionarios de la Agencia de Planeación lo hacen.