La culpa fue de las tortugas
Héctor Marcelli llevaba diez años de activismo ecologista. Cuando en 1990 el Gobierno aprobó una ley de protección de las tortugas marinas, lo sintió como un gran triunfo para su lucha. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no fue tanto, porque la veda dejó sin fuente de ingresos a Mazunte, una comunidad de 800 personas de la costa oaxaqueña. “Desde nuestra organización ecologista, Ecosolar en aquel entonces, empezamos a trabajar en la región para buscar alternativas para esa gente”, recuerda.
Fueron los inicios de Bioplaneta, hoy, en parte ONG, en parte comercializadora, dedicada al desarrollo sustentable de las comunidades más desfavorecidas de México con actividades como el ecoturismo, la agricultura orgánica o la artesanía. “El primer empuje vino con Condumex, que nos financió un proyecto”. Condumex redujo un año el gasto en sus regalos de navidad y dedicó esos fondos a Ecosolar. Les dio para dos años y medio. “Nuestro objetivo”, explica Marcelli, “era crear empresas en manos de la gente”. El proyecto creció hasta convertirse en una red de cooperativas en la zona que se daban apoyo mutuo. Incluso llamaron la atención de The Body Shop, que en 1993 les ayudó a constituir una fábrica de cosméticos con la que hoy trabajan.
Para finales de los 90 la red estaba asentada, liderada por los pioneros de Mazunte, pero un poco aislada, sin muchas posibilidades de comercializar sus productos. Entonces, Marcelli y otros colaboradores pensaron que hacía falta una herramienta que les diera apoyo, que les uniera en sus relaciones de intercambio, que les diera capacitación, financiación para los proyectos y sobre todo, les buscase canales de comercialización. Bioplaneta nació en 1999. Eran unas 20 cooperativas y seis o siete ONG que las apoyaban.
Actualmente son alrededor de 60 cooperativas. Uno de los proyectos actuales de Bioplaneta es la comercialización de productos fabricados de fibra de maguey (la planta de la que sale el tequila), llamada ixtle. Los producen en Taxhodó, una comunidad de 60 familias dependiente de Ixmiquilpan, Hidalgo. Son indígenas que hablan ñañú entre ellos (usan el español porque les estamos visitando). En esta comunidad hay mucha emigración, casi todas las familias tienen a alguien en EU. Las casas que son de cemento, con cristales en las ventanas, suelo de loza, etc, las han podido construir gracias a las remesas que les envían sus familiares emigrados. Esta zona tiene el suelo está muy deteriorado, es desértico, no pueden sembrar nada. Ahora tienen un proyecto con el que van a reforestar, están haciendo un invernadero en el que cultivar hortalizas para el autoconsumo.
Las mujeres de la comunidad tejen tapetes, cortinas, esponjas exfoliantes, todo tipo de bolsas… Primero cortan la penca del maguey, la ponen encima de un piedra y la golpean para que salga la fibra. Es un proceso del que tienen que protegerse, porque la penca suelta una resina que les da urticaria. Luego la limpian de piel y resina y dejan fuera la fibra. La lavan durante tres o cuatro días para limpiarla y blanquearla, o incluso teñirla. Después, un día más para que seque, la peinan y por último la hilan en madejas y ya está lista para tejer. De cada penca sale un manojo de fibra. Para hacer una bolsa necesitan tres o cuatro pencas.
Bioplaneta les ayuda a vender y les apoya en otros proyectos para la mejora de la comunidad. Su principal cliente es una cadena de spas en EU y Canadá. Bioplaneta negocia el precio y la distribución. La comunidad se organiza de forma autónoma para la tarea. La señora Norma, líder local, se encarga de repartirla. Suelen producir por encargo, últimamente 3,000 ayates, 300 bandas y 400 esponjas al mes. “Es muy importante para nosotros que sea una comunidad bien estructurada, organizada y coordinada”, explica Sandra Contreras, directora general de Bioplaneta. “Esta red luego les impulsa a reclamar otras cosas al municipio, por ejemplo, el teléfono, la luz, cosas así”.
La comercialización no es fácil. La exportación tiene muchas barreras arancelarias. Los canales tradicionales son prácticamente inalcanzables para productores rurales que viven en la sierra sin una gran capacidad de producción. Así que igual que buscan formas de producir alternativas, Bioplaneta busca redes de distribución alternativas. A The Body Shop le venden habitualmente, pero también a otras como las tiendas Green Corner, en la Ciudad de México.
Ahora quieren dar un paso más: abrir un centro de negocios en la capital que venda directamente. El centro incluirá un mini super, una cafetería, una agencia de viajes especializada en ecoturismo, y un foro de orientación y educación al consumidor. En las oficinas centrales de Bioplaneta se acumulan los muebles y productos que llenarán los anaqueles de este nuevo centro que está por abrirse, mientras encuentran local en lugares estratégicos de la ciudad para poder establecerse.
Fueron los inicios de Bioplaneta, hoy, en parte ONG, en parte comercializadora, dedicada al desarrollo sustentable de las comunidades más desfavorecidas de México con actividades como el ecoturismo, la agricultura orgánica o la artesanía. “El primer empuje vino con Condumex, que nos financió un proyecto”. Condumex redujo un año el gasto en sus regalos de navidad y dedicó esos fondos a Ecosolar. Les dio para dos años y medio. “Nuestro objetivo”, explica Marcelli, “era crear empresas en manos de la gente”. El proyecto creció hasta convertirse en una red de cooperativas en la zona que se daban apoyo mutuo. Incluso llamaron la atención de The Body Shop, que en 1993 les ayudó a constituir una fábrica de cosméticos con la que hoy trabajan.
Para finales de los 90 la red estaba asentada, liderada por los pioneros de Mazunte, pero un poco aislada, sin muchas posibilidades de comercializar sus productos. Entonces, Marcelli y otros colaboradores pensaron que hacía falta una herramienta que les diera apoyo, que les uniera en sus relaciones de intercambio, que les diera capacitación, financiación para los proyectos y sobre todo, les buscase canales de comercialización. Bioplaneta nació en 1999. Eran unas 20 cooperativas y seis o siete ONG que las apoyaban.
Actualmente son alrededor de 60 cooperativas. Uno de los proyectos actuales de Bioplaneta es la comercialización de productos fabricados de fibra de maguey (la planta de la que sale el tequila), llamada ixtle. Los producen en Taxhodó, una comunidad de 60 familias dependiente de Ixmiquilpan, Hidalgo. Son indígenas que hablan ñañú entre ellos (usan el español porque les estamos visitando). En esta comunidad hay mucha emigración, casi todas las familias tienen a alguien en EU. Las casas que son de cemento, con cristales en las ventanas, suelo de loza, etc, las han podido construir gracias a las remesas que les envían sus familiares emigrados. Esta zona tiene el suelo está muy deteriorado, es desértico, no pueden sembrar nada. Ahora tienen un proyecto con el que van a reforestar, están haciendo un invernadero en el que cultivar hortalizas para el autoconsumo.
Las mujeres de la comunidad tejen tapetes, cortinas, esponjas exfoliantes, todo tipo de bolsas… Primero cortan la penca del maguey, la ponen encima de un piedra y la golpean para que salga la fibra. Es un proceso del que tienen que protegerse, porque la penca suelta una resina que les da urticaria. Luego la limpian de piel y resina y dejan fuera la fibra. La lavan durante tres o cuatro días para limpiarla y blanquearla, o incluso teñirla. Después, un día más para que seque, la peinan y por último la hilan en madejas y ya está lista para tejer. De cada penca sale un manojo de fibra. Para hacer una bolsa necesitan tres o cuatro pencas.
Bioplaneta les ayuda a vender y les apoya en otros proyectos para la mejora de la comunidad. Su principal cliente es una cadena de spas en EU y Canadá. Bioplaneta negocia el precio y la distribución. La comunidad se organiza de forma autónoma para la tarea. La señora Norma, líder local, se encarga de repartirla. Suelen producir por encargo, últimamente 3,000 ayates, 300 bandas y 400 esponjas al mes. “Es muy importante para nosotros que sea una comunidad bien estructurada, organizada y coordinada”, explica Sandra Contreras, directora general de Bioplaneta. “Esta red luego les impulsa a reclamar otras cosas al municipio, por ejemplo, el teléfono, la luz, cosas así”.
La comercialización no es fácil. La exportación tiene muchas barreras arancelarias. Los canales tradicionales son prácticamente inalcanzables para productores rurales que viven en la sierra sin una gran capacidad de producción. Así que igual que buscan formas de producir alternativas, Bioplaneta busca redes de distribución alternativas. A The Body Shop le venden habitualmente, pero también a otras como las tiendas Green Corner, en la Ciudad de México.
Ahora quieren dar un paso más: abrir un centro de negocios en la capital que venda directamente. El centro incluirá un mini super, una cafetería, una agencia de viajes especializada en ecoturismo, y un foro de orientación y educación al consumidor. En las oficinas centrales de Bioplaneta se acumulan los muebles y productos que llenarán los anaqueles de este nuevo centro que está por abrirse, mientras encuentran local en lugares estratégicos de la ciudad para poder establecerse.
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