Descubriendo México

viernes, diciembre 02, 2005

un poco de politica

Todas las miradas están puestas en las elecciones presidenciales de 2006. Va a ser un año muy importante para la vida política del país, ya que supondrá un momento muy importante para la consolidación o no de la recién estrenada democracia en la República. Muchos elementos van a hacer diferentes a estos comicios. Sin embargo, hay todavía muchos otros que hacen dudar del éxito del proceso electoral o que pueden ponerlo en riesgo. Hay muchas particularidades en el sistema político mexicano que es necesario comentar.

El sistema político mexicano, igual que ocurre en otras partes del mundo, es consecuencia de la historia del país, que le da unos elementos peculiares. La primera particularidad que llama mi atención es que en una sola figura se concentran la jefatura de Estado y de Gobierno. Es un sistema fuertemente basado en la figura del Presidente y este esquema es el mismo desde la máxima esfera de poder (la jefatura del Estado) hasta el nivel más básico (la presidencia municipal).

Después de la independencia, el poder siempre lo ostentó un líder, apoyado en un sistema ideológico o no, pero la suerte del país siempre dependió de un individuo, de su personal estilo de gobernar, y cuyo mandato rara vez terminaba de una manera pacífica. Después de la Revolución este sistema no cambió. Surgieron numerosos líderes locales, cuyo poder provenía de las armas, con lo cual el país se hizo ingobernable. Hasta 1929 no se funda el primer partido político para dar cierta estabilidad y unión al país, el Partido Nacional Revolucionario, que pasaría a ser Partido de la Revolución Mexicana en 1938 y que derivaría en 1943 en el Partido Revolucionario Institucional (PRI).

Así que en México se podría decir que ocurrieron las cosas al revés. El partido político se crea para dar cobertura, apoyos y control a la persona que ostenta el poder, y no ocurre que primero surjan los partidos políticos como expresión común de la ideología de un grupo de personas, que quieren luchar por unos intereses comunes, y de los que eventualmente surgen dirigentes primero y gobernantes después.

El sistema de control que creó el PRI (cuyo nombre no deja de ser paradójico, porque no hay nada menos institucional que una revolución) y que funcionó durante 70 años hizo que en México no se pudiera hablar de democracia real, aunque sí formal, dada la existencia de otros partidos políticos y la celebración de elecciones (que no democráticas, porque había todo un mecanismo que permitía conocer de antemano los resultados) periódicas. De hecho, el principal rival (si es que durante 70 años el PRI pudo tener algún rival) de este partido se creó de manera paralela al PRI. El Partido de Acción Nacional fue fundado en 1939 como reacción a las políticas de izquierda del presidente Lázaro Cárdenas por un grupo de empresarios. Se podría decir que es en ese momento cuando se definen ideológicamente los partidos, izquierda – derecha, aunque desde aquel momento hasta la actualidad creo que las ideologías se han diluido bastante, especialmente en el caso del PRI.

El origen de este sistema hegemónico está en la necesidad de control y de estabilidad en todo el territorio nacional. Y es bajo la presidencia de Lázaro Cárdenas cuando se crea toda la maquinaria del PRI. Por primera vez el Gobierno federal tuvo control real sobre todo el territorio. Concentra todo el poder político, consolida el poder económico, controla el ejército y establece dos cosas fundamentales en las siguientes décadas: la facultad de elegir a su sucesor y el sistema corporativista.

México es, desde luego, un país lleno de paradojas (sin decir que otros lugares no lo sean también) y una más es el hecho de que Lázaro Cárdenas, que ha pasado a la historia como un presidente de izquierdas, que hizo mucho por la generalización de la educación y nacionalizó el petróleo, sea quien creó el sistema que permitió a un mismo partido perpetuarse en el poder y acabar con cualquier intento de democracia que pudiera surgir tras la revolución.

Lo que hizo Lázaro Cárdenas para estabilizar el país fue organizar y estructurar toda la sociedad desde el poder. Creó el sistema sindical vertical que hasta hoy sigue manteniendo un poder fuerte (ya no tanto como antaño), aunque quizás hoy el poder se ha estructurado más de una forma territorial, son los gobernadores de los Estados los que tienen mayor control sobre la población. La democracia sindical, todavía hoy en día es inexistente, ya que en una empresa sólo puede haber un sindicato dominante, que es el que firma el contrato colectivo en nombre de los trabajadores. Esta estructura de control fue la que dio estabilidad, crecimiento económico y paz social al país, y a través de estos elementos el sistema tuvo su sustento de legitimidad. No era legitimidad democrática, sino por desempeño.

El problema surge cuando se erosiona la fuente del poder, cuando el sistema deja de dar resultados, porque se produce una falta de legitimidad que genera conflicto y división. El PRI a pesar de esto (que se dio a finales de los 70, principios de los 80), supo mantener el poder un tiempo más y de hecho, a pesar del triunfo en 2000 del PAN, la maquinaria del PRI está erosionada, pero yo no me atrevería a decir que ha desaparecido o perdido completamente su poder. Muchos de los mecanismos siguen funcionando a nivel estatal y local, los sindicatos siguen teniendo mucho poder sobre los trabajadores, el sistema sigue siendo fuertemente personalista, aunque ahora todo es más público y ciertamente más democrático.

Ya comenté antes que el origen de este sistema personalista tiene que ver con la evolución histórica del país, probablemente viene desde más lejos, pero desde luego de una forma muy evidente desde que México es un país independiente y soberano. Y se mantiene hasta hoy. Durante la presidencia hegemónica del PRI, desde esa consolidación del sistema de manos de Lázaro Cárdenas, el candidato del PRI, que luego terminaría convirtiéndose en presidente, era elegido por el presidente saliente, aunque tenía que consultar su propuesta con los presidentes anteriores. Había una familia política y para llegar a ser presidente de la República contaban los méritos personales y las buenas relaciones con las personas adecuadas. No soy tan ingenua como para pensar que en otros sistemas en los que los partidos políticos tienen más peso que el candidato no es así, pero desde luego es un sistema que desvirtúa completamente la carrera política. El hecho de que la persona designada dependa de otras hace que se generen unos grupos de poder dentro de los propios partidos nada deseables para la vida democrática de cualquier país. Se crean favores, deudas personales, intereses particulares, que nada tienen que ver con un proyecto político o una idea de nación. Y lo mismo ocurre a otros niveles, como el municipal o estatal, cada escala de poder tiene su red de clientelismos y sus ascensos y cadenas de favores.

Un elemento fundamental que no he mencionado hasta ahora y que es determinante en la vida política mexicana es el principio de no reelección. Surge de la Revolución, dados los antecedentes de presidentes que pretendían perpetuarse en el poder. Tiene su sentido, es necesario poner límites al poder porque la silla presidencial debe ser muy cómoda y el que se sienta ahí luego no quiere pararse, pero también tiene muchos inconvenientes. Uno, y para mí el principal, es que eso le resta responsabilidad al poder. La población no tiene la posibilidad de castigar o premiar la acción política, y exigir que se corrija o darle más tiempo para que se mantenga un plan de trabajo. Los proyectos no tienen continuidad, cada sexenio se origina un plan que va a terminar con los problemas del sector y al sexenio siguiente viene otro que tiene otra idea mágica y maravillosa que no tiene nada que ver con la anterior y que parte de cero. Y esto a todos los niveles de poder. Y hay más. Por otro lado, el partido que no está en el poder no está presionando, no hace oposición real con propuestas y análisis, sino que más bien se está preparando para el siguiente sexenio, para lograr el poder.

Por último, el principio de no reelección, que opera en todos los niveles de poder de la esfera pública, tiene otro inconveniente, y es que favorece aún más el personalismo. Los políticos de carrera están constantemente buscando el poder. Durante el sexenio que son presidentes municipales están buscando las redes de apoyo que en el siguiente sexenio les haga ser secretario o diputado estatal, cuando son diputados estatales, están buscando que en el sexenio siguiente puedan saltar a alguna secretaría, y así sucesivamente para no quedarse sin trabajo.

Y en todo este maremagno de luchas por el poder, ascensos, relaciones personales, etc, ¿dónde queda la ideología? Quizás el partido en el que más claro se ve la ideología que defienden y el modelo de país que promueven es en el PAN, que es claramente de derechas, aunque tenga también sus familias y sus matices. Como reflexión me gustaría apuntar que es algo que ocurre a escala global, por diferentes motivos, la derecha siempre es más identificable y está más unida, en los países democráticos (si entramos en los totalitarismos, da lo mismo que hablemos de izquierda o derecha).

Pero a mí me costaría mucho definir al PRI como un partido de izquierdas, y en cierta forma, también al PRD, teniendo en cuenta tanto algunas de sus políticas como el comportamiento de algunos de sus dirigentes. En el caso del PRI, con más experiencia de gobierno, se podría decir que fue de izquierdas hasta la década de los 70 cuando, por exceso de gasto público, inflación y otras dificultades económicas, se inicia una tendencia hacia el neoliberalismo y el Estado se contrae. Pero es difícil en ambos partidos encontrar primero, un modelo de país y segundo, un modelo de país de izquierdas. De nuevo por la propia historia nacional, el socialismo, que en otros países del mundo se convirtió en socialdemocracia, en México nunca se dio. Y es algo a tener en cuenta, porque en un país con tantas carencias económicas y tan mal reparto como este, no se da el Estado de Bienestar, un Estado que proteja a sus ciudadanos por el simple hecho de serlo, que les de educación, sanidad, justicia y otros elementos nada más por ser nacionales.

En todo el mundo existe una tendencia de desideologización de los partidos, de destacar propuestas concretas, de poner el foco en las personas que las están haciendo y olvidando en gran medida el modelo de país que queremos tener. Esta tendencia es más dura en el caso de México, donde la democracia es tan joven y necesita consolidarse.

Desde que en 2000 el PRI perdiese su presidencia imperial a muchos autores les gusta hablar de transición hacia la democracia. Creo que este sexenio ha sido importante en ese sentido, se han hecho reformas importantes aunque creo que las más importantes quedaron en la agenda, y se ha avanzado hacia la transparencia y el debate público. Sin embargo, creo que las elecciones de 2006 van a ser definitivas en este sentido. La transición no sólo no ha terminado, sino que acaba de comenzar. El PRI sigue siendo muy poderoso a nivel estatal y local, sigue haciendo funcionar su maquinaria, y la disidencia es castigada. El sistema corporativo sigue funcionando. Me parece un avance fundamental que los candidatos de los partidos estén siendo elegidos de manera pública y no a puerta cerrada, pero para reforzar esta idea que estoy manteniendo creo que es significativo mirar hacia la fuerte discusión, por no decir mejor el fuerte enfrentamiento, entre los precandidatos tanto del PRI como del PAN. En el PRD no se está dando ese enfrentamiento porque ya tienen un candidato claro, pero la disensión de Cuauthémoc Cárdenas también habla de la división que hay dentro del partido.

Todavía quedan muchos elementos que es importante reformar o afianzar para que se pueda hablar de consolidación de la democracia o tan siquiera de transición real. Es destacable, en este sentido, el Pacto de Chapultepec que han firmado recientemente intelectuales y empresarios. El acuerdo marca cinco objetivos que debe cumplir quienquiera que sea elegido presidente de la República el año que viene y que tienen que ver con el concepto de Estado. Se refieren a consolidar el Estado de Derecho y la seguridad pública, al desarrollo económico y social y a la reforma de la administración pública. Es importante porque lo que refleja es precisamente esa necesidad de la sociedad de tener un modelo de Estado que le haga avanzar. Y es importante porque refleja el compromiso de los diferentes actores sociales con el país, con la mejora de la situación. El problema, según mi perspectiva, es que esta iniciativa debería ser asumida por los políticos, de alguna manera, como ocurrió con los Pactos de la Moncloa en la transición española, donde se demostró que había voluntad política por sacar el país adelante y aceptación de unos mínimos comunes. En México, los políticos parecen estar interesados en otras cuestiones, no están incorporando estos mínimos, no están luchando por ellos, y creo que la presidencia de Fox lo ha demostrado, tanto de parte del partido en el poder como de parte de la oposición, que no ha existido esa voluntad política de sacar las reformas de Estado adelante.

Un paso muy importante que se ha dado para los próximos comicios nacionales es el voto por correo. Está siendo muy criticado por las posibilidades de fraude que se pueden generar, lo que sería un retroceso sin duda ninguna en la frágil y naciente democracia mexicana, pero creo que es fundamental como concepto. En América Latina sólo hay seis países que permiten votar a sus nacionales residentes en el extranjero, y todos lo hacen de forma presencial, ninguno permite el voto por correo. Pero para México, el país del mundo con más nacionales residiendo en el extranjero, sobre todo en EU, creo que es un avance importante, a pesar de las dificultades. Una de ellas es que la ley mexicana no contempla sanción para la suplantación de la personalidad, no hay un mecanismo para controlar que sólo la persona que va a votar y nadie más entregue el voto. Hay una multitud de estafas que se pueden dar, por lo que el control sobre este tipo de voto debería ser muy minucioso. Otro elemento que hace defectuoso el voto por correo es el hecho de que los candidatos no puedan hacer campaña en el extranjero, lo que dificulta el poder de elección de los expatriados. Resulta difícil elegir sin conocer, aunque también es cierto que, al no poder aplicar la ley mexicana en suelo extranjero, el control sobre el comportamiento de los candidatos es más difícil.

Después de toda esta reflexión sobre la política mexicana me surge la pregunta de si es posible la democracia en un país en el que todavía alrededor de la mitad de la población es pobre. Claro que no hace falta ser rico ni vivir en la ciudad para tener un criterio político o una ideología y elegir a los gobernantes en función de esto. No es ese el problema. El problema viene de la facilidad que encuentran los políticos para coaccionar a esta gente que tanto necesita, la dependencia económica que se genera del poder, la facilidad para la compra de votos. Creo que es un elemento importante y que distorsiona la vida política del país.

Otro elemento preocupante es la falta de confianza de la población en los partidos políticos y sus líderes, porque es un caldo de cultivo ideal para la aparición de mesías salvadores que prometen la redención en sistemas no democráticos. La falta de participación en la vida política puede derivar en totalitarismos, y sin duda lo que genera es una carencia de control, por la falta de interés de los ciudadanos, sobre los políticos y el ejercicio del poder. Es interesante que surjan iniciativas como la que se plantea desde Chiapas de hacer una campaña alternativa, porque implica debate de fondo, porque implica participación y democracia. Pero hay que poner atención y estar vigilantes sobre cómo se maneja el proceso y qué tanto se canaliza hacia un mayor bienestar de la sociedad en su conjunto.

jueves, diciembre 01, 2005

un parentesis español

Hace una semana murió mi gato. Vivió con mi familia ocho años. Cuando me vine a México lo dejé con mis papás, en casa, segura de que iba a estar bien. Le echaba de menos, y ahora le voy a echar de menos para siempre. Esto no tiene absolutamente nada que ver con México, pero sí con mi estancia aquí. Es difícil y rara la muerte de un ser querido en la distancia. Y no quería dejar de contar su historia para nunca olvidarlo. Se llamaba Eire.


Eire nació en Ubrique. Era un gato montuno, pero de gustos refinados. Le encantaban los boquerones, pero nunca crudos. La carne sí, pero sólo de la mejor calidad. Prefería la carnicería de Jerez a la de Sevilla. Tenía buen paladar.

Murió de cáncer. Muy joven, apenas cumplía los ocho años. Pero no sufrió. Al menos nos queda ese consuelo en la tristeza que nos deja su muerte. La casa se siente sola sin su cascabel, sin sus carreras por los pasillos, sin su lamento desgarrado que le abría las puertas de las habitaciones. Tenía una relación muy especial con cada uno de nosotros. Nos conocía y, a veces, casi parecía que se anticipaba a nuestro comportamiento. Adoraba a mamá, la que mejor le cuidaba, la que le daba los exquisitos manjares fuera de hora, la que le acompañaba en el sueño y en la casa. Jugaba y se medía con el Enano, su competidor natural en los cariños de Mamá, el otro macho de la casa. Nos acompañaba a Papá y a mí, cerca, pero cada uno en su lugar. Era uno más de la familia.

Eire llegó a casa un verano, en 1997. Todavía recuerdo cuando Papá entró en casa, en Jerez, con la caja de cartón donde le trajo. Nos advirtió de que era muy arisco, que le había dado un viaje horrible desde Ubrique, seguramente asustado por el cambio de lugar y el coche. Sólo hacía 40 días que había nacido. Luego comprobamos que Eire era así. Bueno, no era arisco, pero no le gustaban las demostraciones de cariño. Le gustaba ser querido en la distancia, estar a su aire, pero siempre cerca nuestra. Nunca estar solo. Cuando llegó cabía en la palma de la mano. Ya le esperábamos desde hacía semanas, así que yo había tenido tiempo ya de elegir su nombre. Nadie en casa me lo discutió, así que el gatito negro silvestre se llamó Eire. Para Loli, la vecina de Jerez, siempre se llamó Aire. Y luego cada uno le decía como le venía en gana: moreno, gato… Él sabía perfectamente cuando le estábamos hablando. Eso sí, su palabra favorita era “toma”.

La primera noche en casa lloró tanto en la cocina que yo decidí llevarlo a mi cuarto. Durmió en un cojín, en el suelo, pero muy pronto aprendió dónde estaba el confort: en las piernas de Mamá, de preferencia, encima de las mantas, en las mías o en las del que estuviera, cuando faltaba Mamá. Las noches frías de invierno buscaba el rebozo de las mantas para calentarse entre ellas o dormir dentro con nosotros. Era muy relajante verle dormir. A veces roncaba o tenía sueños que le hacían entreabrir los ojos o la boca. Era muy chistoso verle. Quién sabe cuáles eran sus pesadillas. Más que probablemente tenían que ver con el coche, porque lo odiaba. Cada vez que viajábamos era todo un ritual: los temblores, los lamentos, las persecuciones por todos los rincones de la casa para poder encontrarlo, los arañazos…

Cuando podíamos con él con una sola mano solía marearse en el coche. Aquello era fuente de discusión familiar todas y cada una de las veces. Eso y sus arañazos en los sillones. Era un gato travieso. Recién llegado a la casa, yo le daba de comer galletas empapadas en leche, y más tarde, trocitos de quesitos El Caserío o de tranchetes. Los quesitos siempre le encantaron. El ruido del papel lo ponía alerta, esperando su premio. Desde que no estoy con él, nunca sé qué hacer con la envoltura. A veces termino lamiéndola yo. Ya me parece un desperdicio tirarla con los restos de queso.

De pequeño ronroneba de gusto cuando Mamá le acariciaba. Sólo con Mamá, yo creo porque ella tenía las uñas largas. A todos en casa nos gusta que Mamá nos haga caricias. Le gustaba sentarse encima suya en el sofá. Siempre le gustó, sólo que con el tiempo dejó de gustarle la caricia y quería estar encima de Mamá, pero sin que le tocara nadie. Le encantaba la gente, pero siempre reclamaba su propio espacio. No sé si todos los gatos sean así, pero fue nuestro primer y único gato, así que todo su comportamiento nos sorprendía y nos parecía especial. Le cantaba a las moscas que se colaban en el salón, a veces se colgaba de las cortinas en la persecución, y casi siempre las cazaba. Era muy buen cazador. También le gustaban las cucarachas, las esperaba, las acechaba, las perseguía por toda la casa hasta que las atrapaba. Jugaba con ellas y le gustaba ofrecerlas como trofeo a Mamá. Pero nunca se las comía. Mamá siempre le gritó por eso. Pero la realidad es que nos mantenía la casa a salvo de esos bichos asquerosos.

Entendía perfectamente cuando le estábamos regañando y a veces contestaba. Quién sabe qué estaba queriendo decir, que no estaba de acuerdo, o que no era para tanto. Tenía razón. La mayoría de las veces no era para tanto. A final de cuentas era un gato, hacía las cosas normales que hacen los gatos, seguramente no entendía por qué nos molestaba tanto que abriera el refrigerador o que se afilase las uñas en el sofá. Para él era lo normal. Aunque no sé qué tan normal sea que un gato vea la televisión. Porque él la veía.

Cuando era chiquitín yo le llevaba en el bolso que Mamá me hizo con la manta tejida por la abuela Ángeles. Le gustaban mucho esas mantas a Eire, seguramente la lana le daba calor y olían a nosotros. También le gustaba dormirse la siesta encima de una pila de ropa limpia, supongo que el olor del suavizante también era muy agradable para él. Al principio usaba ese bolso para llevarle en el tren, iba de polizón, encima mía, y el tren no le ponía tan nervioso como el coche. Hasta que un buen día el revisor me descubrió y tuve que comenzar a pagar por él. Entonces se convirtió en un pasajero más. Por esa época ya pesaba un poco más y no era muy práctico llevarle en el bolso, así que cambiamos a la caja de plástico que tanto detestaba. La veía y salía corriendo.

Como todos los gatos, Eire era increíblemente curioso. Eso le hizo que se quemara una pata por andar paseando por la vitrocerámica (nunca más lo hizo, aprendió la lección) y se quemó los bigotes por arrimarse al horno. Se veía chistoso. Le atrajo el olor a pizza y al arrimarse, se quedó sin los bigotes de un lado. Parecía que siempre estaba de perfil con los bigotes sólo de un lado.

Y es que le encantaba la pizza. No podía evitarlo. Cada vez que la comíamos, él se nos unía en la mesa, esperando algún arranque de generosidad por nuestra parte. Nos golpeaba con sus patitas delanteras, sobre todo a Mamá, porque era la única que no le empujaba para que la dejara en paz, intentaba agarrar un pedazo silenciosamente si te despistabas, se ponía a tu lado husmeando para que la compartieras con él. Le encantaba comer y compartía los gustos con nosotros. Al Enano le robó una salchicha una vez de un bocadillo, en una cena. Miraba la tele despistado y Eire fue muy rápido. Después de que la hubiera mordisqueado, y el Enano se diera cuenta, ya no tuvo más remedio que regalársela. Después de todo, se la había ganado no sé qué tan limpiamente. Se metió con el más celoso de la comida en la familia, creo que fue la última vez que el Enano se despistó comiendo. Por si las moscas vigilaba que Eire no se acercara a su plato.

La relación con la calle era de amor – odio. En Sevilla le gustaba estar en las ventanas, mirando a los pájaros, que siempre volaban demasiado lejos como para dejarse atrapar. Y nos cuidaba de los gatos callejeros. Eso de vivir en un primero nos traía gatos muy cerca diariamente. Tuve dos sustos. Me dio miedo porque Eire nunca se había peleado con otros gatos, y tenía las uñas cortas. Mis padres me obligaron a cortarlas cansados de tener los sofás hechos trizas. Así que de cuando en cuando, sujeto por Papá para que se estuviera quieto porque no quería perder sus armas, le cortaba las uñas de manos y pies y resbalaba por los pasillos hasta que le volvían a crecer. La primera vez fue en mi cuarto. En el pretil de mi ventana, entre las rejas y la persiana. Cuando el otro gato saltó, Eire hizo amago de seguirle y yo grité presa del miedo. Le agarré por el rabo y así le detuve, a pesar de sus mordiscos. Desde ese día decidí dormir con la persiana completamente bajada, para evitar situaciones desagradables. Cuando El Enano heredó el cuarto, creo que optó por no dejar entrar a Eire en las noches.

El segundo susto fue en el baño. El gato callejero, negro como Eire, entró por la ventana y cayó a la bañera. Ahí lucharon los dos hasta que entré y gritando y moviendo los brazos como pude logré espantar al otro gato, y Eire que de nuevo quiso salir detrás de él. Se despertó toda la familia, y desde esa noche intentábamos tomar algunas precauciones antes de irnos a dormir. Era nuestro guardián, celoso de su territorio y de su gente. En los días siguió saliendo a las ventanas, no sé qué tanto por respirar aire puro y disfrutar de la vida de la calle o para proteger su hogar.

Uno de esos días, estando el Enano y yo solos en la casa, le perdimos de vista. Quién sabe cómo salió, debió caerse por una ventana. Nunca lo sabremos. El caso es que desapareció. Llegó la noche, nos fuimos a dormir y ninguno de los dos le extrañamos. Ambos pensamos que estaba con el otro. Pero en la mañana era raro que no saliera buscando comida, que no nos despertara. Era viernes. Y me tuvo todo el fin de semana buscándolo por las calles. Colgué carteles, visité a la veterinaria, le llamaba paseando por los alrededores. Lloré como nunca. Suspendí mis planes de viajar a Madrid a un festival con Emilia, lo que más me gustaba del mundo, la música. Necesitaba saber que Eire iba a regresar y que iba a estar bien. Y regresó. El lunes en la mañana. Mamá lo encontró escondido bajo el hueco de la escalera, tembloroso, sin voz de tanto gritar. Hambriento. Desde entonces tuvo pavor al ruido de las motos, de los carritos. Era mucho más cuidadoso cuando se asomaba a las ventanas. Quién sabe qué aventuras vivió en esos días que estuvo solo. Pero nunca más se fue. Nunca más se atrevió a conocer mundo, a buscar gatas por los tejados, a tener su propia vida fuera de casa. Se sentía a gusto en casa, se sentía a gusto con nosotros.

En Jerez era distinto. Era un sexto piso. También quería sentarse en el pretil de las ventanas, pero a nosotros nos daba pavor verle. Sobre todo a Papá, con el vértigo que tiene. Así que desde que Eire llegó a casa, en Jerez las persianas estuvieron a medio echar mientras las ventanas estaban abiertas. Había que evitar el peligro. Eire se adaptó a la vida en el hogar, nosotros nos adaptamos a Eire. No sin broncas.

Pero sobre todas las cosas, a Eire le gustaba salir al balcón. Tomaba el sol, miraba a los pájaros y si se dejaban intentaba atraparlos, y se pasaba al balcón de Loli. Con lo limpia que es Loli y lo sucio que está siempre nuestro balcón. Eire siempre le dejaba sus huellas, y como se despistara, se colaba en su casa. Más de una vez vino Loli a devolvernos a nuestro gato, lo que mataba de la vergüenza a Mamá. Eire conquistaba todos los terrenos.

Se fue haciendo mayor y con eso, más tranquilo. Dormía casi todo el tiempo. Engordó, se convirtió en una quasi pantera porque era muy largo también. Literalmente, se convirtió en un gran gato. Cuando caminaba por encima del sofá me recordaba a Baghira, del Libro de la Selva, uno de los nombres que barajé para él, pero que al final descarté por largo y difícil de decir. Le empezaron a salir canas en el bigote, y después de la primera operación, se le llenó de canas el lomo, en la zona de la cicatriz. Me hubiera gustado volver a verlo una vez más. Sentir su compañía, sus roces cuando me veía triste como diciéndome que él me quería, que ya no me sintiera mal. Acompañarlo en sus últimos días. Pero las cosas nunca suceden como uno espera. Eire fue un gato muy querido, muy deseado por mí, muy mal cuidado por mí. Pero a cambio tuvo la mejor mamá del mundo, la mía, que lo trató como un hijo. Era uno más de la familia. Y con él se ha ido una parte de nosotros que ya no volverá.