Mudanzas
En estos días me estoy cambiando de casa. Lo decidí de repente, como suelo hacer con todo. En México tardas dos días en encontrar piso, departamento, que dicen aquí, es un proceso increíblemente rápido si verdaderamente te quieres cambiar de lugar. Hay mucha oferta. Los precios son baratos, aunque claro, eso lo digo después de los dos años y cacho de infierno inmobiliario en Madrid. Teniendo en cuenta la especulación que hay en España con los precios, el resto del mundo es barato. Los pisos son grandes, espaciosos, luminosos. Y hay un montón. Y otra aclaración. Son así en el mundo que yo me muevo, no para la inmensa mayoría de los mexicanos. A veces se me olvida que pertenezco a una minoría muy minoritaria… Tampoco mis ingresos son la media mexicana…
El caso es que hay muchos pisos en renta y en venta en los barrios que conforman mi Ciudad de México. Algunos mejor que otros, claro. Así que empiezas a buscar. Las cosas que uno revisa cuando se muda en esta ciudad son: primero el barrio, igual que en todas las demás ciudades. Que sea seguro, bien comunicado, con servicios... Y además, aquí uno mira que el edificio no tenga muchas grietas, preguntas por la fecha en que lo construyeron, por aquello de los terremotos. La Ciudad de México tiembla todo el tiempo. Según me dicen, cuando los temblores son circulares, algo que suele suceder, no hay peligro. El problema viene cuando la tierra se sacude. Así ocurrió en 1985, el peor terremoto que se recuerda. Millones de personas murieron. Todavía hay zonas en las que se ven las señales que dejó, los edificios medio derruidos o agrietados. Igual que en España todos recordamos dónde estábamos el 23F o el 11 de marzo más recientemente, acá todos tienen un recuerdo, una anécdota con aquella ocasión. Como siempre, las autoridades no estuvieron a la altura de las circunstancias, y fue la población la que dio una auténtica lección de solidaridad y compromiso. Ya llevo un año en México y todavía no me toca ningún temblor, o desde luego, si me tocó, fue insignificante porque ni cuenta me di, yo que no he vivido nunca un terremoto.
Pero no me quiero desviar, regreso a las mudanzas. Paseas por el barrio, ves el anuncio, acuerdas la cita para ver el piso, lo apalabras con el dueño. Y llega lo interesante. El papeleo. Lo que más les gusta en México. Un papelito. Tienes que presentar toda una carpeta de documentación: tu identificación oficial, la demostración de tus ingresos (hasta aquí todo normal), y luego: la referencia de tu jefe directo, tres referencias personales, de amigos, familiares o lo que sea y un fiador de bienes raíces. Esto es, una persona, conocida tuya, que presente como aval su propia casa, con sus escrituras y el último pago de la Contribución (que acá llaman impuesto predial). Y aquí llega lo chistoso. Entiendo que tengan todos estos trámites, México es una ciudad insegura, es normal que el dueño de un piso quiera estar seguro de que la persona que está metiendo en su casa es, cuando menos, normal. Ayer me contaban una historia en la comida de alguien que tenía dos pisos en un mismo edificio, rentó el de abajo, y resultó que eran ladrones y desvalijaron todo el bloque. Luego descubrieron que los inquilinos - ladrones tenían toda una retahíla de antecedentes penales. Está bien, hay que evitar eso. Que no usen la casa como zulo para secuestrados. Todo eso. México es el país con más normas, con más reglas y procedimientos, con más trabas para cualquier trámite. En la teoría, son los más legales, los más reglados. Pero en la práctica, es el país donde más fácil es saltarse todas esas normas. Siempre hay una manera, siempre hay alguien dispuesto a echarte la mano con la trampa. En el caso del fiador de bienes raíces, hay todo un mercado de fiadores que se anuncian en el periódico, si no tienes a nadie que te avale. Tienen una tarifa estipulada, un porcentaje de la mensualidad que te van a cobrar en el piso. Preparan toda una historia que te vincula con él para parecer conocidos sin que el dueño del piso sospeche, presenta los documentos que sirven como aval ante el dueño de la casa y luego, si te he visto, no me acuerdo. Y no es nada infrecuente.
Después de presentar todas estas referencias, el dueño del piso se lleva dos o tres días investigándote. Comprueba que eres una persona solvente económicamente, que todo lo que presentaste es cierto, que eres una buena chica y que el fiador realmente es el dueño del inmueble que dice que es suyo. Y después de eso, te dice si puedes quedarte en el piso o no.
Y yo en esas estoy. Inmersa en la burocracia necesaria para que el dueño de un departamento precioso de suelo de madera y totalmente exterior e iluminado, me acepte como inquilina y me permita pagar una renta mensual durante, al menos, un año, comprar todo el mobiliario de la casa, porque en México es raro el piso alquilado que te rentan con muebles, cuidársela y devolverla cuando, probablemente, mejor me esté sintiendo. Por qué diablos salí tan nómada…
El caso es que hay muchos pisos en renta y en venta en los barrios que conforman mi Ciudad de México. Algunos mejor que otros, claro. Así que empiezas a buscar. Las cosas que uno revisa cuando se muda en esta ciudad son: primero el barrio, igual que en todas las demás ciudades. Que sea seguro, bien comunicado, con servicios... Y además, aquí uno mira que el edificio no tenga muchas grietas, preguntas por la fecha en que lo construyeron, por aquello de los terremotos. La Ciudad de México tiembla todo el tiempo. Según me dicen, cuando los temblores son circulares, algo que suele suceder, no hay peligro. El problema viene cuando la tierra se sacude. Así ocurrió en 1985, el peor terremoto que se recuerda. Millones de personas murieron. Todavía hay zonas en las que se ven las señales que dejó, los edificios medio derruidos o agrietados. Igual que en España todos recordamos dónde estábamos el 23F o el 11 de marzo más recientemente, acá todos tienen un recuerdo, una anécdota con aquella ocasión. Como siempre, las autoridades no estuvieron a la altura de las circunstancias, y fue la población la que dio una auténtica lección de solidaridad y compromiso. Ya llevo un año en México y todavía no me toca ningún temblor, o desde luego, si me tocó, fue insignificante porque ni cuenta me di, yo que no he vivido nunca un terremoto.
Pero no me quiero desviar, regreso a las mudanzas. Paseas por el barrio, ves el anuncio, acuerdas la cita para ver el piso, lo apalabras con el dueño. Y llega lo interesante. El papeleo. Lo que más les gusta en México. Un papelito. Tienes que presentar toda una carpeta de documentación: tu identificación oficial, la demostración de tus ingresos (hasta aquí todo normal), y luego: la referencia de tu jefe directo, tres referencias personales, de amigos, familiares o lo que sea y un fiador de bienes raíces. Esto es, una persona, conocida tuya, que presente como aval su propia casa, con sus escrituras y el último pago de la Contribución (que acá llaman impuesto predial). Y aquí llega lo chistoso. Entiendo que tengan todos estos trámites, México es una ciudad insegura, es normal que el dueño de un piso quiera estar seguro de que la persona que está metiendo en su casa es, cuando menos, normal. Ayer me contaban una historia en la comida de alguien que tenía dos pisos en un mismo edificio, rentó el de abajo, y resultó que eran ladrones y desvalijaron todo el bloque. Luego descubrieron que los inquilinos - ladrones tenían toda una retahíla de antecedentes penales. Está bien, hay que evitar eso. Que no usen la casa como zulo para secuestrados. Todo eso. México es el país con más normas, con más reglas y procedimientos, con más trabas para cualquier trámite. En la teoría, son los más legales, los más reglados. Pero en la práctica, es el país donde más fácil es saltarse todas esas normas. Siempre hay una manera, siempre hay alguien dispuesto a echarte la mano con la trampa. En el caso del fiador de bienes raíces, hay todo un mercado de fiadores que se anuncian en el periódico, si no tienes a nadie que te avale. Tienen una tarifa estipulada, un porcentaje de la mensualidad que te van a cobrar en el piso. Preparan toda una historia que te vincula con él para parecer conocidos sin que el dueño del piso sospeche, presenta los documentos que sirven como aval ante el dueño de la casa y luego, si te he visto, no me acuerdo. Y no es nada infrecuente.
Después de presentar todas estas referencias, el dueño del piso se lleva dos o tres días investigándote. Comprueba que eres una persona solvente económicamente, que todo lo que presentaste es cierto, que eres una buena chica y que el fiador realmente es el dueño del inmueble que dice que es suyo. Y después de eso, te dice si puedes quedarte en el piso o no.
Y yo en esas estoy. Inmersa en la burocracia necesaria para que el dueño de un departamento precioso de suelo de madera y totalmente exterior e iluminado, me acepte como inquilina y me permita pagar una renta mensual durante, al menos, un año, comprar todo el mobiliario de la casa, porque en México es raro el piso alquilado que te rentan con muebles, cuidársela y devolverla cuando, probablemente, mejor me esté sintiendo. Por qué diablos salí tan nómada…
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