Descubriendo México

viernes, marzo 17, 2006

La colonia Roma

La colonia Roma es el barrio donde yo vivo. Colonia es como dicen barrio en México. En realidad, vivo en los límites de la Roma, casi en la Condesa, pero como pasa siempre con estas cosas, no es lo mismo ser de Los Remedios que de Triana, del Almendral que del Paquete, de La Latina que de Lavapiés, pues igual en México. Yo soy de la Roma, no de la Condesa...

Hoy encontré un artículo que habla de la historia de mi barrio, aquí se los dejo...

LA COLONIA ROMA

Por Pilar Sicilia

Este año la colonia Roma celebra cien años de su fundación. Creemos que aun con todas las modificaciones y deterioros que ha sufrido —debido a fenómenos deplorables como las rentas congeladas, terremotos y ejes viales, entre otros— tiene todavía edificios y calles únicas, y sigue siendo una de las colonias de mayor tradición, renombre y belleza en esta que alguna vez fue nombrada la Ciudad de los Palacios.

Dice Guillermo Tovar y de Teresa, cronista de la Ciudad de México: «La colonia Roma fue el espacio de la ilusión. El reducto urbanístico de una edad que inició cuando cambió el siglo, cuando se iniciaron las guerras y vino la Revolución.» Esta colonia es, sin duda, un símbolo del Porfiriato, época en la que se pretendió embellecer la capital para colocarla al nivel de cualquier otra del mundo, con sus casas, edificios y construcciones afrancesadas, muy a la altura del nuevo siglo. Su innovador diseño incluía calles amplias, de 20 metros de ancho o más, bordeadas de grandes árboles, al estilo de los bulevares parisinos, de ahí avenidas como Álvaro Obregón, Orizaba y Veracruz, entre otras.

La otra cara de la ciudad, en tanto, estaba conformada por barrios pobres, cercanos al Centro, como Tepito y Candelaria, donde vivían familias enteras hacinadas en cuartos de viejas vecindades. La parte elegante de la ciudad estaba iluminada con faroles importados de Berlín y en ella comenzaban a circular los primeros automóviles. Entonces, las familias acomodadas asistían al teatro Nacional a admirar a Virginia Fábregas y a Luisa Tetrazzini. Eran miembros del Jockey Club y del Club Americano.

La colonia Roma se construyó en los terrenos Potreros de Romita, un viejo pueblito de los alrededores, en donde no había más nada, que compró en 1902, don Edward Walter Orrin —empresario inglés dueño de un famoso circo—, gerente de la compañía Terrenos de la Calzada de Chapultepec, S. A., y que se convirtió en el primer fraccionamiento en forma en la Ciudad de México.

La colonia cuenta con un total de 178 manzanas, siendo muy grande, en comparación con otras. Sus calles tomaron el nombre de ciudades y estados de la República; se dice que Orrin los eligió como remembranza de las giras que hizo con su circo por todo el país.

La Roma no fue la colonia de los más ricos —ésos vivían en Reforma—, sino de una clase social que, estallada la Revolución, no pudo salir del país y «se quedó con el sueño de seguir viviendo como en tiempos de don Porfirio», como nos dice Tovar y de Teresa.

La colonia Roma se distinguió por sus magníficas residencias y espléndidos edificios de apartamentos, por sus avenidas y por la calidad de sus servicios públicos —alumbrado, pavimentos, jardines—, apartamentos «que dieron a la ciudad la sensación de ser moderna». Conviene destacar que los estilos arquitectónicos preponderantes en la colonia Roma tradicional fueron tres: el Art Nouveau, el estilo ecléctico, el Art Déco y el racionalismo europeo.

Cada época ha destruido lo que le precede porque no ha sabido respetar su pasado ni desplazarse sin buscar nuevos espacios. Es una pena ver en lo que la Roma se ha convertido: en una zona comercial inhóspita, atravesada por arterias desiguales y mal planeadas, demolida y destruida en gran parte…

jueves, marzo 09, 2006

La culpa fue de las tortugas

Héctor Marcelli llevaba diez años de activismo ecologista. Cuando en 1990 el Gobierno aprobó una ley de protección de las tortugas marinas, lo sintió como un gran triunfo para su lucha. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no fue tanto, porque la veda dejó sin fuente de ingresos a Mazunte, una comunidad de 800 personas de la costa oaxaqueña. “Desde nuestra organización ecologista, Ecosolar en aquel entonces, empezamos a trabajar en la región para buscar alternativas para esa gente”, recuerda.

Fueron los inicios de Bioplaneta, hoy, en parte ONG, en parte comercializadora, dedicada al desarrollo sustentable de las comunidades más desfavorecidas de México con actividades como el ecoturismo, la agricultura orgánica o la artesanía. “El primer empuje vino con Condumex, que nos financió un proyecto”. Condumex redujo un año el gasto en sus regalos de navidad y dedicó esos fondos a Ecosolar. Les dio para dos años y medio. “Nuestro objetivo”, explica Marcelli, “era crear empresas en manos de la gente”. El proyecto creció hasta convertirse en una red de cooperativas en la zona que se daban apoyo mutuo. Incluso llamaron la atención de The Body Shop, que en 1993 les ayudó a constituir una fábrica de cosméticos con la que hoy trabajan.

Para finales de los 90 la red estaba asentada, liderada por los pioneros de Mazunte, pero un poco aislada, sin muchas posibilidades de comercializar sus productos. Entonces, Marcelli y otros colaboradores pensaron que hacía falta una herramienta que les diera apoyo, que les uniera en sus relaciones de intercambio, que les diera capacitación, financiación para los proyectos y sobre todo, les buscase canales de comercialización. Bioplaneta nació en 1999. Eran unas 20 cooperativas y seis o siete ONG que las apoyaban.

Actualmente son alrededor de 60 cooperativas. Uno de los proyectos actuales de Bioplaneta es la comercialización de productos fabricados de fibra de maguey (la planta de la que sale el tequila), llamada ixtle. Los producen en Taxhodó, una comunidad de 60 familias dependiente de Ixmiquilpan, Hidalgo. Son indígenas que hablan ñañú entre ellos (usan el español porque les estamos visitando). En esta comunidad hay mucha emigración, casi todas las familias tienen a alguien en EU. Las casas que son de cemento, con cristales en las ventanas, suelo de loza, etc, las han podido construir gracias a las remesas que les envían sus familiares emigrados. Esta zona tiene el suelo está muy deteriorado, es desértico, no pueden sembrar nada. Ahora tienen un proyecto con el que van a reforestar, están haciendo un invernadero en el que cultivar hortalizas para el autoconsumo.

Las mujeres de la comunidad tejen tapetes, cortinas, esponjas exfoliantes, todo tipo de bolsas… Primero cortan la penca del maguey, la ponen encima de un piedra y la golpean para que salga la fibra. Es un proceso del que tienen que protegerse, porque la penca suelta una resina que les da urticaria. Luego la limpian de piel y resina y dejan fuera la fibra. La lavan durante tres o cuatro días para limpiarla y blanquearla, o incluso teñirla. Después, un día más para que seque, la peinan y por último la hilan en madejas y ya está lista para tejer. De cada penca sale un manojo de fibra. Para hacer una bolsa necesitan tres o cuatro pencas.

Bioplaneta les ayuda a vender y les apoya en otros proyectos para la mejora de la comunidad. Su principal cliente es una cadena de spas en EU y Canadá. Bioplaneta negocia el precio y la distribución. La comunidad se organiza de forma autónoma para la tarea. La señora Norma, líder local, se encarga de repartirla. Suelen producir por encargo, últimamente 3,000 ayates, 300 bandas y 400 esponjas al mes. “Es muy importante para nosotros que sea una comunidad bien estructurada, organizada y coordinada”, explica Sandra Contreras, directora general de Bioplaneta. “Esta red luego les impulsa a reclamar otras cosas al municipio, por ejemplo, el teléfono, la luz, cosas así”.

La comercialización no es fácil. La exportación tiene muchas barreras arancelarias. Los canales tradicionales son prácticamente inalcanzables para productores rurales que viven en la sierra sin una gran capacidad de producción. Así que igual que buscan formas de producir alternativas, Bioplaneta busca redes de distribución alternativas. A The Body Shop le venden habitualmente, pero también a otras como las tiendas Green Corner, en la Ciudad de México.

Ahora quieren dar un paso más: abrir un centro de negocios en la capital que venda directamente. El centro incluirá un mini super, una cafetería, una agencia de viajes especializada en ecoturismo, y un foro de orientación y educación al consumidor. En las oficinas centrales de Bioplaneta se acumulan los muebles y productos que llenarán los anaqueles de este nuevo centro que está por abrirse, mientras encuentran local en lugares estratégicos de la ciudad para poder establecerse.

Gringo viejo

Los adultos activos, para la firma estadounidense Active Living International, son personas mayores de 50 años, independientes, con un estilo de vida muy sociable. Están en forma y tienen aficiones como viajar, practicar golf, tenis, natación y salir con los amigos. Y comienzan a retirarse sintiendo que todavía les queda mucho por disfrutar. Las desarrolladoras de viviendas en EU comienzan a fijarse en las necesidades de este colectivo, un mercado con un fuerte potencial de crecimiento. Muchas están construyendo ya conjuntos habitacionales específicos para ellos.

Son la generación del Baby boom, nacidos después de la Segunda Guerra Mundial. Cemex estima en un estudio sobre comunidades residenciales enfocadas a este segmento de población, elaborado junto a la compañía estadounidense Active Living International, que es la generación que se está retirando en mejores condiciones de salud. Tienen todavía mucha expectativa de vida, y su número es creciente. En 10 años serán más de 25 millones. “El de los baby boomers es el mercado más grande y que más rápido está creciendo en bienes raíces”, explica David Collins, de Active Living International, “y tienen tiempo, dinero e inclinaciones para tener un segundo hogar o retirarse en México”. Muchos (Cemex y Active Living International los estiman en 27,880,000) están deseando comprar una vivienda en comunidades diseñadas para ellos.

Las desarrolladoras estadounidenses están volteando sus ojos hacia México, lugar que muchos de estos baby boomers están eligiendo para vivir su jubilación. Cuando se retiran, buscan sobre todo buen clima, acceso a actividades recreativas, buenos servicios médicos, buenas comunicaciones con su lugar de origen y, sobre todo, un costo de vida menos elevado. México es un lugar ideal para estos desarrollos. Es un país más barato que EU, tiene buenas comunicaciones por carretera con EU y ofrece buen clima todo el año. El punto débil es el servicio de salud, que aunque está mejorando no alcanza todavía a dar todas las facilidades a estas personas.

Ya hay alrededor de 200,000 adultos activos viviendo en el país, parte del 1,036,300 estadounidenses residentes en México, según las cifras de Cemex y Active Living International. Pero todavía no hay comunidades específicas. El informe de Cemex estima una probabilidad de ventas de 10,000 unidades en los próximos 5 – 7 años. Si hoy se anunciaran y comenzaran a vender se estima que habría un mercado de 20,000 potenciales compradores.

Hay muchos lugares atractivos para estos retirados. Tradicionalmente han elegido lugares como San Miguel de Allende o la zona del lago Chapala, en Jalisco, pero otros, como Baja California Sur, Cancún o Puerto Vallarta, tienen mucha potencialidad, al ser lugares con buenas comunicaciones con EU y donde los estadounidenses suelen pasar sus vacaciones y, por tanto, son lugares conocidos por ellos.

Sensara Vallarta, en Nuevo Vallarta (Nayarit), es el primer proyecto específico para jubilados estadounidenses que se desarrolla en México. Lo están llevando a cabo una firma especializada desde hace décadas en EU en desarrollos y asesoría sobre este segmento, Active Living International, y una desarrolladora española, Grupo Suite. Ya han construido un proyecto similar en España, en la Costa del Sol, con mucho éxito de ventas e incluso algunos premios internacionales. El plan es construir 250 viviendas para mayores de 50 años, fundamentalmente de EU y Canadá, de aquí a 2008. Además de las viviendas, el complejo residencial tendrá un campo de golf, un hospital donde los residentes podrán seguir habitualmente los tratamientos que llevaban en su lugar de origen, tiendas, zonas de ocio…

Sensara Vallarta es el proyecto más consolidado, pero no es el único. Otros, como Loreto Bay, Baja California, son para un sector más amplio de la población, pero ya hay muchos adultos activos instalados en este nuevo pueblo costero. “Tenemos muchos atractivos para ellos”, explica Gorgan. “Actividades en la montaña, en el mar, un festival cada mes, de vino y cocina, de cine, de artesanía… Ocio para todos los gustos”. Es un terreno con 3,237 hectáreas, repartidas en 6,000 viviendas (541 vendidas y 127 en construcción), dos campos de golf, un club de playa, una marina y 1,600 cuartos de hotel. “Queremos una comunidad pequeña en la que se pueda caminar, con casas independientes para cada familia, donde no se permiten coches”, explica Jim Grogan.

Uno de los puntos clave son los servicios de salud que ofrecen. Para los adultos activos es fundamental tener acceso a un buen servicio médico y, sobre todo, de una manera inmediata. El número de hospitales, sobre todo privados, en las zonas proclives a acoger desarrollos para adultos mayores está creciendo, pero no es suficiente. “No es sólo que puedan acceder a buenos y rápidos servicios médicos”, explica Alberto de Armas, vicepresidente de desarrollo de Cemex, “sino que también puedan usar los seguros y programas médicos de su lugar de origen, que puedan seguir sus tratamientos y tomar los medicamentos habituales”.

Pero la principal característica de estos desarrollos es que son iniciativas completamente privadas. No hay políticas públicas para fomentar este sector, ni previsión de lo que puede ocurrir en unos años. La única iniciativa gubernamental fue un cambio en la legislación. Para permitir la inversión en áreas donde los extranjeros no podían tener propiedades (la costa y la frontera), el gobierno federal creó una figura especial, el fideicomiso de garantía. Según explica el informe de Cemex, “un banco mexicano es designado como el garante y posee el título de propiedad legal, pero el beneficio de uso es para el comprador”. Puede hacer reformas a la vivienda, rentarla e incluso venderla, aunque siempre a través del fideicomiso. “El periodo de validez es por 50 años, pero puede ser renovado por otros 50”.

No hay perspectivas de que se incrementen las políticas públicas que fomenten este mercado. Ninguna propuesta ha sido anunciada. El único candidato a la presidencia que ha hablado de este asunto es Felipe Calderón, de Acción Nacional, y lo ha hecho de una manera vaga, en un encuentro con los consejeros regionales de BBVA Bancomer el pasado 7 de febrero. Hablaba sobre la importancia que tendrá el turismo en su sexenio, en caso de que alcance la presidencia. “En EU se van a jubilar 77 millones de personas en los próximos ocho años y México tiene el deber de aprovechar ese potencial”.

Fuera de EU, no hay ningún país que pueda competir con México. “En Costa Rica hay algo de turismo de jubilados y una pequeña comunidad viviendo allá, pero no va a crecer mucho”, explica convencido De Armas, de Cemex. “La limitación principal es que sólo pueden ir en avión y eso no les gusta mucho”. Los competidores naturales son algunas zonas de EU. “Podríamos decir California”, comenta De Armas, “también la Florida y, hasta hace poco, otro destino importantísimo era Phoenix, Arizona, sobre todo por la oferta de campos de golf”. Pero son zonas más caras. Las posibilidades de México son enormes.

En el desierto

Seguimos viaje hacia el norte, hasta Real de Catorce, en el desierto, Estado de San Luis Potosí. Parada obligatoria para los mochileros europeos de todas las edades que quieren conocer el peyote. Fue un pueblo minero en origen, en la montaña, rodeado de desierto. La única forma de acceder en coche es a través de un túnel que en su día era la entrada a la mina. Las calles del pueblo están empedradas. Cuando termina el túnel, quince minutos después de haberlo comenzado, uno tiene la sensación de haber retrocedido en el tiempo 200 años. O de estar dentro de una película como las que hacía Sara Montiel cuando todavía le llamaban Sarita. El túnel es de un solo carril, así que en cada extremo hay una persona que se comunica con el otro lado para asegurarse de que no entren dos coches en dirección contraria. También para pagar la cuota de paso.
Cuando aparece el pueblo, los niños se te abalanzan. Corretean al coche, se suben encima, te molestan aunque les digas que no amablemente hasta que les sigues al hotel que te quieren recomendar. El más caro del pueblo, por supuesto. Y te piden la propina. Y yo me encabrono hasta el punto de querer irme. Me molesta que me impongan las cosas. Me molesta que me obliguen. Me molesta que me pinten el símbolo del dólar en la frente. Me molesta sentirme turista, blanca, rica y pendeja.
Real es un pueblo pobre. Tuvo minas, pero su momento de esplendor acabó a principios del siglo XX, con el fin del porfiriato. Ahora vive fundamentalmente de los mochileros peyoteros, que tampoco gastan demasiado dinero. La diferencia con San Miguel de Allende es palpable. Aunque aquí los cuatro restaurantes que hay (y es literal) son italianos, y un argentino. Algunos extranjeros más bohemios que los de San Miguel que se quedaron y montaron su chiringuito.

Los del pueblo quieren llevarte a dar un paseo a caballo, al desierto, a la montaña huichol, a donde sea. Viven de eso. En cierta forma, viven del peyote. El peyote es un hongo, que crece a ras de suelo. Es alucinógeno. En esa zona, tiene un significado cultural muy fuerte. Los huicholes, un pueblo indígena de esta zona del país, peregrinan a esta zona del desierto una vez al año. Es su viaje espiritual. El peyote les hace vivir un viaje hacia dentro de ellos mismos, les ayuda a poner en orden sus asuntos más íntimos, y les ayuda a conectar con la naturaleza. La tierra les dice cómo van a ser las cosechas, las lluvias, cuándo deben sembrar… Tienen todo un ritual para comerlo. Un mes antes no comen carne, ni beben alcohol, ni tienen sexo, para purificarse y entrar más en contacto con la tierra. Nunca cortan el peyote con cuchillo, lo consideran impuro. Le dan las gracias a la tierra por ofrecérselo.

Pero ahora para los mochileros europeos (en su mayoría, también los hay de otros lugares del mundo) hay todo un mercado turístico relacionado con el peyote. Algunos buscan lo mismo que los huicholes, incluso conocerlos, convivir con ellos. Otros sólo quieren colocarse. Lo cierto es que en Real cada vez hay más mochileros y en el desierto cada vez hay menos peyote (que tarda años en volver a crecer). Los huicholes se quejan de que están acabando con su mundo y piden más protección al gobierno.

Después de dos días en el pueblo me vienen demasiadas preguntas, dudas, sentimientos encontrados, la sensación de ser invasora. Real me hace preguntarme si la convivencia entre culturas diferentes puede darse, en qué niveles en el caso de que sí, si no está todo demasiado pervertido, unos que venden otros que compran, queriendo o sin querer, si la visita de unos no provoca la destrucción de los otros…

Viaje al centro del pais

David y yo rentamos un coche y nos fuimos de paseo. Al desierto. Al norte. Pero con escalas. La primera, San Miguel de Allende. En el centro de la República, al norte de la ciudad.

La ciudad. Una de las señales de que me estoy achilangando es que comienzo a llamar al DF “la ciudad”, lo que choca y provoca la risa a David y Rocío. Como si fuera la única. Aunque como ésta, pocas en el mundo, y eso no es necesariamente positivo.

San Miguel de Allende es el prototipo de ciudad colonial mexicana. Es casi una ciudad museo. Un bonito lugar, pero más un parque temático que una ciudad real. A mí me llevó a Ronda y a Arcos, sólo que con un toque Disney. Los gringos adoran el lugar. Y la ciudad está organizada para ellos. La comida no pica, no te sirven tortillas sino pan, los restaurantes son internacionales, cuesta encontrar comida corrida. Es el lugar para los gringos bohemios con pretensiones artísticas y forrados de pasta. San Miguel es caro.

Paramos poco tiempo, no nos gustó escuchar más inglés que español a nuestro alrededor. Pero nos dio tiempo de encontrar un paisano, en la manera en que los mexicanos entienden paisano (conacional). Llegamos en sábado noche, y por cierto, los dos con fiebre (qué comentario tan absurdo, pero no por absurdo deja de ser real), sin reserva de hotel, y sin conocer el pueblo, así que fuimos tocando de puerta en puerta, en algunos casos literalmente, para encontrar donde alojarnos. O no había lugar, o era demasiado caro. Por fin, encontramos el hotel. El dueño es de Palencia, afincado en San Miguel desde hace algo más de cinco años. Él en sus 60, su mujer, mexicana y embarazadísima, muy bella, entre los 25 y los 30. El palentino se emocionó con los dos jerezanos (no me iba a entretener dando explicaciones de mi origen, bastante difícil está entender que yo vivo aquí y David no, cuando todo el mundo nos toma como pareja). Nos preguntó por Pacheco (famoso hasta San Miguel de Allende, el mundo es tan pequeño), nos dio trato especial. Incluso tuvo tiempo de preguntarnos por el Estatut.
Al día siguiente, después del descanso, el paseo y la comida, seguimos viaje. A Real de Catorce.

Una noche en las luchas

Gracias a David conocí las luchas, después de un año queriendo ir. La lucha libre, espectáculo de viernes en la noche, con todo su folklor. Son combates entre dos luchadores, cuatro o seis, pero siempre en dos equipos. Representan dos bandos: los rudos y los técnicos. El ring es como el de boxeo, supongo, porque nunca fui a un combate de boxeo. Me declaro completamente ignorante en ese campo. A cada lado del ring se colocan cada una de las aficiones de los dos bandos, en eso, es igual que el fútbol: gol norte, gol sur. Los rudos son los sucios, los que no respetan las reglas, dan golpes de efecto, toman a su adversario por sorpresa, y en eso está el espectáculo. Tienen nombres como Mephisto, los perros del mal, y similares. Usan melenas y suelen vestir de negro, una onda Marilyn Manson, exagerando un poco. Los técnicos son los acróbatas, los de movimientos limpios, casi de bailarines, también con nombres inverosímiles.

Pero toda la lucha es de plástico. Los luchadores marcan una coreografía, los movimientos son conocidos por los contrarios, que se dejan hacer. Los golpes son de mentirijillas y casi de antemano, si los luchadores no son demasiado buenos, puedes adivinar quién va a ser el ganador. Y es divertido por eso. De un viernes a otro se retan, se vengan, crean toda una trama que continúa en una semana y genera la emoción necesaria para la siguiente sesión.

La estética es parecida a la del boxeo, o perdón por mi asociación mental, a la estética de Telecinco en su primera época, la de las Mamachicho y el pressing catch. No falta el machismo, las rubias en bikini que anuncian los asaltos, la cerveza, los puros, los gritos poseídos de la afición enloquecida. Y no faltan los niños en las gradas, que miran con admiración a sus luchadores de cabecera, muchos con la máscara de su ídolo…

Yo llegué dispuesta a animar a los rudos, siguiendo mi espíritu rockero y mi afición por las melenas, pero me terminaron convenciendo los técnicos. Sobre todo Místico, que además de ser un acróbata tiene un cuerpazo, y perdón por la frivolidad, pero una no es de piedra… Aunque mejor pensado, creo que a quien le voy definitivamente es al speaker, por sus presentaciones imposibles. Todo un personaje. “El galán de las damas otoñales!” grita en una de sus presentaciones. Suena cómico precisamente por su falta de intención de sonar cómico.

Tres horas de combates te dan para entusiasmarte, sumergirte en la cultura de las luchas, casi salgo de la arena con una máscara si no fuera por mi claustrofobia y mi absurda asociación mental con el burka… El pueblo llena la arena, el espectáculo de las clases populares como en otra ocasión remota fue el cine o el fútbol, porque populares son los precios, aunque algunos me vengan diciendo que se están aburguesando, que se está convirtiendo en algo cool, moderno, alternativo. No importa. Es espectáculo, al fin y al cabo, es divertido, libera la tensión acumulada en una semana de duro trabajo…